La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
No se trata de neutralizar al adversario político, sino, de extinguirlo
La historia está llena de narrativas encontradas: los que pretenden renovar y los que buscan conservar, sin embargo, la dialéctica del tiempo, convertirá a los falsos revolucionarios, en conservadores.
En este sentido, hay ‘transformadores’ que sólo destruyen, nunca se proponen saber: “Si para todo hay término y hay tasa/ y última vez y nunca más y olvido/
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa, /sin saberlo, nos hemos despedido?”.
Lo mismo son estatuas de Buda en Bamiyán, que el Templo Mayor en la antigua Tenochtitlan, el método de los cañonazos a mansalva, no distingue.
Hoy, la ‘hoguera de las vanidades’, con los émulos de Savoranola, nos apremia y, con la irreflexiva soberbia del talibán, motivada en el resentimiento, espetan: nos toca.
Derriben, que la raíz queda, Jaquín y Boaz son impertérritas, como el río que fluye, siempre retornan.
Cuando la inadvertencia sustituye a la razón, ‘no hay memoria de lo que precedió ni tampoco de lo que sucederá’, quedamos sujetos a discursos en los que el pueblo es utilizado como pretexto, pero, en tal circunstancia, convertido en populacho.
Maquiavelo, Lampedusa, vean lo que han hecho de ustedes.