Escribió Don José Emilio Pacheco en uno de sus soberbios ensayos, que México se inspiró en los ideales libertarios de Francia y Estados Unidos para alcanzar su independencia y que ambas naciones, en cambio nos correspondieron, con agresiones armadas y mutilaciones territoriales. Miguel Miramon, a pesar de que la historia oficial que suele ser implacable con los vencidos, le ha concedido el título del “gran equivocado” en reconocimiento a los talentos que lo llevaron entre diversas acciones a ser el presidente más joven que ha tenido México, como alumno del Colegio Militar concurrió a la épica batalla de Chapultepec en 1847 y fue hecho prisionero por el enemigo. Miramon, entonces podía hablar con conocimiento de causa, y con respecto a los norteamericanos se le atribuye haber dicho: “somos vecinos, no amigos”
Es de sobra conocido, que los Estados Unidos se consolidó en base al Destino Manifiesto y a la Doctrina Monroe, estas ideologías han definido el acento intervencionista de la política exterior norteamericana y en consecuencia México padeció la guerra de 1846-1848 que nos arrebató poco a más de la mitad de nuestro territorio, la toma de Veracruz en 1914 y la fracasada expedición punitiva de 1916.
En nuestra compleja relación bilateral hemos vivido la injerencia de embajadores norteamericanos que se han extralimitado en sus funciones tales como el primer embajador, Joel Poinsett quien previamente tomó parte activa en el derrocamiento de Iturbide, se inmiscuyó en las disputas masónicas locales y fue un decidido y activo promotor de la anexión de los territorios del norte de México a los Estados Unidos.
Casi cien años después sufrimos la nefasta presencia de Henry Lane Wilson quien a través del “Pacto de la Embajada” fue uno de los autores intelectuales o al menos apoyó los asesinatos del presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, poco antes, cuando Madero y Pino Suárez fueron apresados, se pidió a Wilson su intervención para que los detenidos y sus familias pudieran llegar a Veracruz y tomar un buque al exilio, la respuesta sarcástica de Wilson, fue que estaba impedido a entrometerse en la política interna de México.
Ya en las últimas décadas del siglo pasado, recordamos como embajador estadounidense en México a John Gavin, mal actor y tampoco buen diplomático, quien en momentos difíciles de la relación bilateral echó más gasolina al fuego. Durante aquellos años surgió una anécdota sensacional, resulta que el presidente Reagan envió un mensaje al presidente Lopéz Portillo, el emisario fue otro actor, Charlton Heston, entonces el presidente mexicano mandó la respuesta a Washington con Cantinflas.
En los últimos años se tuvo la presencia de embajadores norteamericanos que al menos en las formas, parecieron ser más amigables con México como es el caso del abogado y diplomático Christopher Landau, enviado por Donald Trump. El embajador Landau desplegó una magnífica labor de relaciones públicas que le ha representado muchas simpatías y amigos en México.
La relación entre ambas naciones siempre será compleja, por temas tan espinosos como las drogas y la migración, sin embargo, México no es un socio menor, nos contamos entre las primeras quince economías del mundo y hay rubros positivos para ambos lados de la frontera como lo son balanza comercial, la seguridad y defensa regional, el intercambio cultural así como el turismo entre otros. Es importante también tener presente a la vigorosa comunidad mexicana en Estados Unidos pero también a tantos estadounidenses viviendo en México.
Las controversias entre mexicanos son legítimas y obligadas, la polémica Reforma Judicial ha dividido a la opinión pública, pero al final, es un tema que solo atañe a los mexicanos.
Las recientes declaraciones del embajador Ken Salazar manifestando su preocupación en torno a la mencionada reforma, corren el riesgo de avivar el fuego de los momentos tensos de nuestra relaciones con Estados Unidos en el pasado, y dejan entrever que a más de doscientos años aún queda un largo trecho que recorrer en el sinuoso camino para ser buenos vecinos, será una victoria compartida el día que podamos desterrar en definitiva la frase atribuida a Don Porfirio Díaz: “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”