Mauricio Carrera
Antes era agradable y hoy es un antipático de primera. Así sucede con algunos amigos, que cambian. Hay quien sale del clóset, quien se divorcia para casarse con una mujer más joven, quien de repente se pinta las canas para verse chavorruco, quien se vuelve un amargado de marca o un tipo más sangrón e insoportable.
Un día me presentó a su esposa. Bonitos ojos, guapa, abogada corporativa, aspecto de italiana en primavera, algo callada. Estábamos en un bar. Frente a nosotros, unos rones de bacardí blanco. Mi amigo fue al baño. Ella dijo de repente:
-Me acuesto con otro hombre.
Le salió del alma, como si se tratara de un secreto que necesitara salir a respirar o ver el sol del atardecer. Guardé silencio.
-Me acuesto con otro hombre –repitió.
Mi amigo regresó y conversamos los tres de cualquier cosa.
Desde entonces he guardado silencio. Por más antipático que sea, no se lo he contado ni se lo contaré nunca.