Mauricio Carrera
Visito mi antigua escuela, donde cursé la universidad. Cuánta juventud por todos lados, cuánto ímpetu, cuántos caminos por tomar, cuánto porvenir de éxitos y fracasos.
Me imagino a esa edad, y me sonrojo, o acaso me avergüenzo. La verdad, no me reconozco. Tal vez nunca fui joven, tal vez sólo fui un joven viejo, alguien quien, sin la arrogancia del que se come el mundo a puños y con prisa, ya sabía lo que sé ahora.
La lucidez del descreído, la sabiduría del que nada sabe, la utilidad de intuir que todo es inútil, la atracción por el eterno femenino, la noción de que no haría dinero sino libros, la certeza de que lo mío sería la búsqueda de lo sublime a través del amor, el arte, el erotismo, el viaje.