Fuera de todo
Denise Díaz Ricárdez
La reciente irrupción en el Senado, protagonizada por un grupo de manifestantes en contra de la reforma al poder judicial, ha desatado un torrente de reacciones y debates.
Esto no sólo pone de manifiesto la polarización que atraviesa el país, sino que también plantea preguntas fundamentales sobre el estado de nuestras instituciones y el papel legítimo de la ciudadanía en la defensa de la democracia.
La reforma al poder judicial, un tema que ha generado intensos debates, se presenta como un intento de modificar estructuras que muchos consideran obsoletas.
Sin embargo, para otros, estas modificaciones representan un riesgo de concentración de poder y una amenaza a la independencia judicial.
La acción de los manifestantes, aunque controvertida, refleja una preocupación legítima por el futuro del sistema de justicia en un contexto donde la confianza en las instituciones está en niveles críticos.
La irrupción en el Senado también revela la frustración de un sector de la población que siente que su voz no es escuchada.
En un momento en que la desconfianza en los políticos y en los procesos legislativos es palpable, estas acciones pueden ser vistas como un grito desesperado por ser parte del diálogo democrático.
No obstante ello, es crucial que estas manifestaciones se realicen dentro de un marco de respeto y legalidad, ya que la violencia o la coacción solo alimentan la división y el conflicto.
El Senado, como espacio de deliberación y representación, debe ser un lugar donde se escuchen todas las voces.
La interrupción de la reforma al poder judicial, a través de métodos disruptivos, plantea un dilema:
¿Cómo podemos garantizar la participación ciudadana sin socavar los principios democráticos que nos rigen?
La respuesta radica en fomentar un diálogo abierto y constructivo en el que todas las partes puedan expresar sus inquietudes y trabajar hacia soluciones que beneficien al conjunto de la sociedad.
La reforma judicial no puede ser una imposición, sino un proceso colectivo que involucre a todos los actores sociales.
La legitimidad de cualquier cambio dependerá de la transparencia y la participación activa de la ciudadanía en el debate.
La interrupción en el Senado es un síntoma de una democracia que necesita urgentemente revitalizarse.
Es un recordatorio de que el compromiso cívico debe ser canalizado de manera constructiva y no destructiva.
Únicamente a través del diálogo y la colaboración podremos avanzar hacia un sistema judicial que realmente responda a las necesidades y aspiraciones de todos los ciudadanos, lo cual es realmente urgente a través del diálogo constructivo de todas las partes interesadas, gobierno y sociedad civil.