por David Martín del Campo
La lírica mexicana está plena de traiciones… tú que me juraste, ingrata pérfida, en la boca llevarás. Una pizca de masoquismo es la que persiste en eso de disfrutar el abandono. La hora de la traición es cuando se deja de creer en algo (una amistad, una relación amorosa, una ideología) y “se cambia de bando”. Ah de las convicciones, el compromiso, el amor por siempre.
Recuerdo aquel sábado cuando, citados en la Plaza de la Constitución, “juramos bandera” los conscriptos de mi promoción. Era el verano de 1967. Aquellos 20 mil adolescentes uniformados en caqui respondiéndole al presidente Gustavo Díaz Ordaz, “¡sí, lo juro!”, con aquello de prometer lealtad a la bandera, aún con nuestra vida.
Lealtad, es el concepto, que tarde o temprano habrá de pasar la prueba del tiempo. Después de todo lo que está en juego es nuestra palabra, simplemente eso.
Ya se les olvidó, pero un día juramos amar a Dios por sobre todas las cosas. Y no matar y no fornicar, faltaba más.
Ignoro cuál es el ritual en el Partido Acción Nacional para jurar lealtad a sus principios. ¿Se coloca la mano en el pecho, se levanta la diestra? ¿Así habrá cumplido Miguel Ángel Yunes el requisito? ¿Besó la bandera, la Constitución, el acta fundacional de don don Manuel Gómez Morín en 1939?
Para algunos el 11 de septiembre pasado significó la debacle de la democracia mexicana. Ese miércoles, en votación muy ajustada (por dos votos), el Senado de la República ratificó la aprobación de las reformas al poder judicial que, no insistiremos en el punto, es ya cosa juzgada.
Lo que sí cabe es preguntarnos qué ocurrió en la persona de esos dos Yunes que en cosa de horas decidieron tal felonía contra el acuerdo de su bancada. Padre e hijo, ex gobernador y ex alcalde jarocho por el PAN, abandonaron la cureña del cañón en un momento decisivo.
La frase proverbial de Álvaro Obregón sentenciaba que no había general en rebeldía que resistiera “un cañonazo de 50 mil pesos”. Por lo demás, en España les llaman “políticos chaqueteros” pues a la menor provocación cambian de vestimenta. De chaqueta azul a roja, o verde, lo que se precise. Acá hemos optado por denominarlos “chapulines”, y su verbo chapulinear. Del PRI al PRD, y del Verde a Morena. ¿Los cañonazos? Ha trascendido en los medios que fueron de 25 millones. Habría que consultar con el cuerpo de artillería.
Traición, felonía, delación. Los sinónimos del acto varían según las circunstancias. ¿Y qué ocurrió cuando los prohombres del PRI –Muñoz Ledo, Cárdenas, Ifigenia– lo abandonaron para fundar el PRD? Las circunstancias eran otras, se podrá argumentar, porque siempre la circunstancias son otras.
“Ha sido la decisión más difícil de mi vida. He determinado dar mi voto a favor del dictamen para crear un nuevo modelo de impartición de justicia. México no se va a destruir si se aprueba, ni va a cambiar en automático el sistema de justicia en el país. Yo no estoy de acuerdo en restringir mi libertad por amenazas”, puntualizó Yunes Márquez el jueves 12. Así sea.
Todo se remite al “punto de vista”. Mi opinión contra la tuya. “Discúlpeme, pero yo tengo otra manera de ver las cosas”. No comparten el mismo punto de vista Volodímir Zelenski que Vladimir Putin. Para uno fue una declaración de guerra la invasión a su país, para el otro se trata de un simple “operativo táctico” para liberar a sus connacionales. Y cuando las palabras no convencen, se pasa a la disuasión por medio de las armas, que para eso se inventaron.
Todo se remite al huerto de Getzemaní, donde Jesús permanecía reunido con sus discípulos, menos uno, que llegó tarde y se dirigió a él para saludarlo con un beso. En el acto fue apresado por los esbirros enviados por Caifás; todo a cambio de 30 denarios de plata que, por lo que se ve, le hacían falta a Judas Iscariote.
Traidor es aquel que conspira bajo el disfraz de amistad. “Desleal, infiel, renegado, desertor, felón, judas”, son los sinónimos que hallo en mi diccionario. La nueva gramática, ¿marcará que judas se escriba con Y? Habrá que sumar una canción nueva a nuestra lírica desangelada.