homopolíticus
pavesoberanes
- Alejan Gritos a LO, no la Lluvia
Los invasores-genocidas de entonces, la mayoría delincuentes enfermos excarcelados, perpetraron actos de crueldad en Tenochtitlan, equiparables a los que cometían los aborígenes que asesinaban a niños para devorar su corazón.
Los españoles violaban mujeres y una vez encinta, las atravesaban con su espada, cometiendo doble asesinato. Los antiguos pobladores encerraban en cuevas a los niños, desnudos y hambrientos, en agonía. A otros los degollaban en vida para saber, mediante sus lágrimas, si iba a llover en igual cantidad. Si llovía mucho, les iba bien.
La única diferencia entre invasores e invadidos era el color de piel, de ojos, la higiene, el habla y la salud. El Imperio Azteca llegó a ser más poderoso que el Imperio Romano. Se disputaban los territorios con saña. Por eso hubo grupos que respaldaron a los invasores, para proteger a sus mujeres y a sus hijos.
Desde la llegada de los europeos, no todos españoles, el territorio de lo que hoy se conoce como México, ha sufrido múltiples invasiones: religiosa, bélica, comercial, política, gubernamental, artística, literata y hasta futbolística. El presidente del club Real Madrid, por poner un ejemplo significativo, hizo negocios con el gobierno de México, son dinero de todos los mexicanos.
Por eso al único monarca-majestad-soberano que reconocen los mexicanos, es a Edson Arantes do Nascimento, O Rei Pelé. Y a las marcas comerciales españolas, los grandes empresarios que se han llevado dinero de todos los mexicanos, los colegios, los profesionistas, los artistas, los escribientes, los toreros… y las universidades en España a las que asisten mexicanos a estudiar al más alto nivel académico. Patrioterismo, resentimiento histórico y cultural. Hay connacionales que se sienten conquistados y otros que se sienten descendientes de conquistadores. Ya.
Los platillos de cerdo, pozole —que nuestros ancestros hacían primero con venado y luego con partes de humanos—, espinazo con verdolagas, carnitas, chicharrón con chile o dicho con buen español, corteza de cerdo en salsa esmeralda, y el pan dulce, el pan de sal, es lo mejor que han traído los españoles invasores en la modernidad, aunque sus mayores se hayan llevado oro, plata y piedras semipreciosas, a cambio de caspa, liendres, piojos y lepra.
No invitar al rey Felipe VI —igual y no vendría, para no exponer su investidura [dixit, López Obrador]— a la toma de posesión de la primera mujer presidenta de México, Claudia Sheinbaum [ella no dictó la carta con errores de historia nacional, debiendo despedir a quien la redactó], no es sino un distractor político-social de los grandes problemas grandes de México —militarización, violencia al alza, azotes de Henry en Guerrero, el mayor endeudamiento histórico, la guerra civil en Sinaloa, el aniversario de la noche trágica de Iguala—.
No un problema diplomático histórico-cultural-social-gubernamental, porque el Tratado definitivo de paz y amistad entre España y México se firmó el 28 de diciembre, día miércoles, de 1836, entre la Reina, como se escribe, Isabel II, y el presidente de México, José Justo Corro.
Como se dice y atinadamente: fue borrón y cuenta nueva. De no ser así, habrá quien no esté de acuerdo, el presidente saliente debía reclamar a Joe Biden las cartas que no le ha respondido y de paso, sólo de paso, que le exija disculpas públicas por la guerra de 1846.
letraschiquitas
No fue la lluvia lo que alejó al presidente saliente del tramo carreteril La Pera-Cuautla que iba a inaugurar —ha aguantado peores perturbaciones atmosféricas—, sino los gritos que lanzarían de «dictador, dictador» los trabajadores locales del Poder Judicial***. Otra vez Guerrero, otra vez Acapulco. A un año de Otis, azota John. Y otra vez sin alertamiento gubernamental. A 10 años de la noche trágica de Iguala, sin justicia.