Por: Ricardo Burgos Orozco
En una gira con la “fuente” política en la capital de Yucatán, hace 42 años – 10 de marzo de 1982 –tocó en suerte la llamada conjunción de los planetas, un fenómeno astronómico histórico y excepcional, que en realidad nunca existió.
Con esa alineación astral se pronosticaban terremotos, erupciones, apagones y catástrofes. El periódico Ovaciones se atrevió a titular ese día a ocho columnas: “Hoy se acaba el mundo”. Al día siguiente mi compañero de habitación; Vicente López Segura, reportero de Radio Mil en aquel entonces, me despertó con una pregunta ¿Oye, se habrá acabado el mundo? Le contesté de inmediato: No sé ¡Estamos en Mérida! Y nos carcajeamos.
Desde aquel entonces he confirmado a cada rato que México es un país donde nunca pasa nada. Parece que se trasforma, evoluciona o se desarrolla en materia política y social, pero sigue en el mismo sitio. En 1982 el todo poderoso era el PRI que dominaba las elecciones, el Congreso de la Unión, las gubernaturas, la presidencia de la república, el desastre económico y financiero, los errores de administración, los costos.
Nada ocurrió cuando José López Portillo, en 1982, decretó la nacionalización bancaria y tampoco sucedió cuando años después los bancos regresaron a la iniciativa privada después de una desastrosa gestión gubernamental. Igual nada se movió con la presidencia burocrática de Miguel de la Madrid Hurtado, un tipo gris que no hizo nada en seis años.
Le siguieron con más pena que gloria Carlos Salinas de Gortari – quien quiso reelegirse y no pudo porque le apareció en Chiapas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu — y Ernesto Zedillo Ponce de León, con el “error” de diciembre de 1994 – que padecimos millones de habitantes de todos los niveles — y el rescate bancario o Fobaproa (Fondo Bancario de Protección al Ahorro), que todavía seguimos pagando los mexicanos.
Llegó en el año 2000 Vicente Fox Quesada con una nueva esperanza, otro partido, el PAN, porque el PRI se empezaba a desmoronar. El guanajuatense no se movió del mismo sistema; su presidencia pasó más desapercibida que las anteriores. En 2006 ganó Felipe Calderón Hinojosa unas elecciones muy controvertidas y por un escaso margen; emprendió una feroz guerra contra el narco y al término de su gestión tampoco pasó nada, nulos resultados a final de cuentas.
Con Enrique Peña Nieto parecía que regresaba el PRI todo poderoso, con altos niveles de popularidad, que se fortalecieron al casarse con una estrella de telenovelas, Angélica Rivera. Sin embargo, ambos fueron cayendo de la gracia de la gente por su soberbia, prepotencia, superficialidad – sobre todo ella –, corrupción y un alto grado de estulticia, también de los dos y del Gabinete.
Ahora el partido todo poderoso es el Movimiento de Regeneración Nacional, pero en esencia sigue siendo el mismo sistema político; no cambia. Los discursos siguen siendo los mismos de siempre, aunque ahora le ponen más énfasis a la defensa de los pobres, que es el slogan con el cual se ha hecho muy popular Andrés Manuel López Obrador, mas que la propia presidenta actual, Claudia Sheinbaum, y se demostró en la toma de posesión del martes 1 de octubre. Ojalá, por el bien de México y el prestigio de ella, eso no se convierta en subordinación permanente.
El estilo de los políticos sigue siendo igual que antes; es más, la mayoría de los morenistas de ahora eran los priistas de hace poco. Siguen vigentes — y más que nunca — la corrupción, el nepotismo (José López Portillo y su hijo; Andrés Manuel López Obrador y sus hijos), las componendas, las trampas para llegar al poder y la falsificación de documentos para llegar a un puesto privilegiado – Fausto Alzati Araiza, renunciado como titular de SEP en 1995 por haber falseado su título de doctor de la Universidad de Harvard y la ministra Yazmín Esquivel Mossa, plagiaria impune hasta ahora de su título de abogada por la UNAM). Nada cambia; si acaso los protagonistas.
La persecución a la prensa independiente sigue siendo la misma: acoso, acusaciones falsas, hostigamiento, amenazas. Antes se le cortaba el suministro de papel (cuando lo distribuía el gobierno) o de publicidad al periódico o reportero que osaran salirse de la línea que marcara el mandatario en turno. Ahora se les exhibe en conferencias de prensa presidenciales hasta con domicilios y números telefónicos particulares, declaraciones fiscales apócrifas y despidos. Ayer y hoy con la posibilidad de sufrir un atentado por ejercer un periodismo crítico.
En México sigue sin pasar nada porque el sistema es el mismo, no importa el partido que gobierne. El cambio lo hacemos las personas y hasta ahora quienes están en el poder no han querido.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político