DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Nada parece cambiar en el tema de la violencia. Las cosas siguen igual. Los cuerpos militares y policíacos muestran su inoperancia y el gobierno, simplemente, dice, se habrá de investigar.
El horripilante asesinato del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, desnuda de nueva cuenta la inoperancia de las autoridades de todos los niveles para frenar las expresiones de violencia que se recrudecen en todo el país.
Llama poderosamente la atención que la alcaldía de Chilpancingo mantuvo a todos sus integrantes a salvo en los pasados tres años de gobierno, donde la morenista Norma Otilia Hernández fue captada en amena conversación con uno de los principales líderes de la delincuencia.
Ella no fue molestada por la delincuencia, menos por las autoridades, aunque al final de su período de gobierno fue expulsada del Movimiento de Regeneración Nacional.
Sin embargo, eso fue castigo político, aunque lejos estuvo de ser investigada sobre sus supuestos nexos con los cabecillas de ese grupo delincuencial.
Ahora al darse la alternancia en la capital de Guerrero y asumir el candidato postulado por la alianza opositora, la violencia hace erupción y primero asesinan al secretario del ayuntamiento y después al alcalde que tenía escasos cinco días ejerciendo el cargo.
Pero el horripilante caso de Chilpancingo no es el único que le ha estallado a la Presidenta Claudia Sheinbaum, ya que, aunque heredado del anterior gobierno, Sinaloa sigue siendo escenario de batallas entre los principales grupos del crimen organizado ahí asentados.
Los delincuentes burlan a la Guardia Nacional y todos aquellos que supuestamente están en esa entidad para devolverle la tranquilidad continúan actuando al margen de la ley, sin respuesta efectiva.
No se sabe si continúa vigente la práctica de abrazos no balazos o es, simplemente, la inoperancia e ineficiencia de la Guardia Nacional, lo que resulta que después de un mes sigan algunas de las poblaciones de Sinaloa bajo fuego.
En lo que respecta al crimen de seis migrantes en Chiapas, tampoco hay noticias, aunque los dos soldados que, presuntamente, jalaron el gatillo se encuentran detenidos.
Guanajuato tuvo en un día una de las olas de asesinatos más grande de los últimos años y en Veracruz se asomó de igual manera la violencia.
Tal vez, los delincuentes estén probando o calando la paciencia de la Presidenta Sheinbaum Pardo o quieran conocer la capacidad de reacción del considerado mejor policía de México, pero la reunión con el gabinete de seguridad que habrá de presentarse en la mañanera deberá arrojar luces sobre el futuro de la población en los temas de inseguridad y violencia.
La realidad es que violencia e inseguridad son problemas heredados, pero que la población confía (todavía) en que Omar García sea el superpolicía que se propaga y que sus estrategias funcionen.
Hay personas que evocan las estrategias del pasado como la puesta en marcha por Arturo Durazo Moreno, cuando la policía tenía el control de los delincuentes y los usaba para su beneficio, pero no en contra de los ciudadanos (con sus excepciones).
La realidad es que la violencia e inseguridad deben ser temas prioritarios en la agenda del gobierno federal y la ciudadanía se encuentra a la espera de los modelos a seguir, para contrarrestar la ola de violencia.
El reto está ahí, podrá el gobierno someter a la delincuencia o esta continuará operando, sin problemas de ninguna clase.
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Cuatro negocios de Zapopan, zona metropolitana de Guadalajara, han sido sacudidos por sendos incendios, aunque no se conocen las causas que provocaron el siniestro, hay sospechas de que se trate de algo intencional, vinculado al crimen organizado.
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Ramón Zurita Sahagún
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