*“ Y no vamos a coartarles la libertad a los medios de comunicación porque estaríamos así luchando como el enemigo pretende. Lo que sí exigimos es la responsabilidad de dichos medios y en quienes los dirigen para evitar hacer el juego a esa acción psicológica que precisamente busca la subversión”
Gregorio Ortega Molina
No hay dilema, todo se hace a la vista, pero la mayoría de los mexicanos se niega a ver el engaño de los otros datos. Efectivamente luchan contra la corrupción del pasado, pero con una mayor e impune corrupción del presente. Lo que la 4T hace y promueve siempre está bien.
La ecuación es sencilla. Es necesario linchar en el foro a jueces, magistrados, ministros, pero ese mismo escenario debe ser útil para encubrir a Ignacio Ovalle Fernández, quien se convirtió en secretario particular del presidente Luis Echeverría, por ser alumno de calificaciones óptimas: sólo dieces.
Con toda certeza y con el mismo empeño hizo lo que se esperaba de él como factótum de Segalmex, y fue necesario encubrirlo con un cargo en gobernación, y ahora con la desaparición legal de la institución que dirigió sin ver el desfalco de miles de millones de pesos. ¿Tonto, senil, ciego, dócil? Lo dejo a la elección del lector.
No habrá nuevo escenario, sino uno más sofisticado, pero con idénticos propósitos para los cuales se diseñaron las conferencias matutinas desde el Salón de la Tesorería. El lugar elegido tiene mensaje: el poder del dinero fiscal dispersado a través de los plásticos del bienestar. El resultado final lo obtuvieron durante el último mes de septiembre, pero la “palabra presidencial” debe continuar activa, para colocar ese segundo piso que, por el momento, carece de cimientos.
Lecciones están en todos lados. “Para cumplir con el Proceso de Reconstrucción Nacional (léase segundo piso) debemos sostener un gobierno fuerte y no meramente recitado, un gobierno sólido y no inerme y deficiente. Debe ser fuerte porque no sabemos cuándo esta agresión va a terminar. Para ello hace falta una acción integral en la familia, la escuela, las universidades, dando pautas de conducta que moldeen a los jóvenes. No hay responsabilidad parcial, la responsabilidad es de todos, hasta de los niños. Y sobre todo alcanza a los medios de comunicación, porque la lucha ideológica va dirigida a las mentes de los hombres, y no vamos a coartarles la libertad a los medios de comunicación porque estaríamos así luchando como el enemigo pretende. Lo que sí exigimos es la responsabilidad de dichos medios y en quienes los dirigen para evitar hacer el juego a esa acción psicológica que precisamente busca la subversión”.
Lo anterior se lee en Cola de lagartija, de Luisa Valenzuela, novela en la que se anuncia el camino a la dictadura argentina de los años setenta. ¿El de México en el siglo XXI?
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