“La joven de la perla” («Meisje met de parel») es uno de las pinturas más famosas de la historia del arte.
La obra, que se conserva en la Galería Real de Pinturas Mauritshuis de La Haya, también es conocida como «La joven con turbante», fue pintado por Jan Vermeer (Johannes van der Meer) en 1665.
La protagonista de la pintura, una joven retratada de cerca, aparece girada tres cuartos, con los labios ligeramente entreabiertos y una mirada dulce y cautivadora, cautiva al espectador.
Se la ha usado en la portada de muchos libros de arte y actualmente se la puede ver en cojines, posavasos, camisetas, bolsos, calcetines, maletas y más artículos. Internet está lleno de imágenes de la joven, ya sea en su forma original o adaptada a nuestros tiempos: tomándose una selfie, convertida en un personaje de manga o montada en la parte trasera de una motocicleta (con Van Gogh como conductor). Incluso el artista Banksy la convirtió en grafiti en una pared de Bristol, Inglaterra con una alarma de seguridad en lugar de su famoso pendiente.
Esta icónica obra ha sido objeto de estudio durante décadas, pero recientemente un equipo de neurocientíficos ha dado un paso más allá para entender qué es lo que hace que esta pintura sea tan especial para el cerebro humano.
Un reciente estudio comisionado por el museo Mauritshuis en La Haya, donde se expone el «Meisje met de parel», ha revelado que no solo es la técnica o el misterio de la mirada de la joven lo que cautiva al público, sino que existe un fenómeno neurológico que se activa cuando alguien contempla esta obra.
La investigación, llevada a cabo por la empresa de neurociencia Neurensics, ha identificado lo que los expertos han llamado un «bucle de atención sostenida». Este fenómeno fue descrito por Martin de Munnik, uno de los investigadores líderes del estudio: “cuando el espectador observa el cuadro, sus ojos son atraídos de forma cíclica entre tres puntos clave de la pintura: el ojo de la joven, su boca y el brillante pendiente de perla que cuelga de su oreja”.
Este movimiento constante de la mirada obliga al espectador a mantener la atención en el retrato por más tiempo del habitual, lo que genera una respuesta emocional más intensa.
Este bucle atencional genera una conexión involuntaria con la pintura, que hace que no podamos evitar mirarla, ni dejar de sentir atracción por ella. Según el análisis, este fenómeno no solo genera una mayor atracción visual, sino que también activa el precúneo, una parte del cerebro asociada con la conciencia y la identidad personal, lo que intensifica la conexión emocional con la obra.
La investigación también arrojó luz sobre la diferencia entre observar una obra de arte original y una reproducción. El estudio demostró que la reacción emocional al observar el original del «Meisje met de parel» es diez veces más fuerte que al ver una réplica. Esto subraya la importancia de experimentar el arte en su contexto físico, en un museo, y no solo a través de imágenes digitales o reproducciones.
Este descubrimiento resalta el valor único de los museos y la necesidad de interactuar con el arte real. Martine Gosselink, directora del Mauritshuis, destacó que «el cerebro no miente», y que la experiencia de ver un cuadro en vivo no solo enriquece la mente, sino que también activa áreas del cerebro que no se estimulan de la misma forma con copias o versiones digitales.
Gosselink añadió: «Es crucial conectar con el arte, ya sea fotografía, danza o los viejos maestros del siglo XVII». Y señaló que, ver arte en persona, realmente ayuda a desarrollar el cerebro.
Con información de muyinteresante.es y artsandculture.google.com
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