POR: RICARDO BURGOS OROZCO
Andrés Manuel López Obrador es el político más astuto, sagaz, maquiavélico, atrevido, carismático, terco y necio (se postuló a la presidencia en tres elecciones) que he conocido en mis 48 años de trabajo periodístico.
Terminó su sexenio con un alto índice de popularidad como ningún presidente antes y sabe perfectamente para qué sirve el poder y cómo ejercerlo a cabalidad, aunque por alguna razón, se quedó corto en su preparación académica. Dicen amigos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde él también estuvo, que a duras penas acabó la carrera porque casi nunca iba.
Para sus porristas y seguidores del Movimiento de Regeneración Nacional o Morena, López Obrador ha sido el mejor presidente de la historia del país. No soy quién y tampoco tengo el conocimiento para aceptar ese reconocimiento, pero lo que sí puedo asegurar que ha sido el mandatario con la mayor popularidad que he visto en la historia moderna de México y que sigue influyendo de distintas maneras en el gobierno y en la vida nacional más allá del 1 de octubre de 2024.
De los presidentes que conocí, Luis Echeverría Álvarez ejerció mucho poder, pero eso se esfumó al acabar su administración; lo mismo ocurrió con José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado ni se diga. Carlos Salinas de Gortari quiso mantener el poder más allá, pero su sucesor, Ernesto Zedillo Ponce de León se lo impidió y éste nunca fue político y jamás quiso influir más allá de su mandato.
Vicente Fox Quesada fue muy buen candidato, con cierta popularidad, pero se perdió como gobernante; Felipe Calderón Hinojosa ejerció un mal gobierno y no fue muy querido por la gente y Enrique Peña Nieto tuvo altos índices de aceptación que él mismo se encargó de perder por su estupidez natural, por sus errores y la fama de corrupción y superficialidad a su alrededor.
López Obrador no ha dejado de ejercer el poder. Los pendientes que le dejó a su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo se siguen cumpliendo al pie de la letra: las reformas al Poder Judicial, aunque provoquen un caos nacional y dudas en el plano internacional y financiero, ya se aprobaron; el proyecto de trenes de pasajeros, plan nostálgico setentero del hombre de Macuspana, se va a cumplir sin importar que pierda miles de millones de pesos. Es más, hasta el pleito diplomático por las disculpas que exige México a España por la conquista, es una instrucción del expresidente por más que la presidenta diga lo contrario.
Morena es de López Obrador ¿De quién más? Él sigue decidiendo todo. Decidió que Luisa María Alcalde Luján, gris e inexperta secretaria de Gobernación en el sexenio pasado, debía ser la nueva dirigente de su partido y fue elegida sin problema porque quien ejerce el poder en realidad es el hijo del líder, Andrés Manuel López Beltrán, nombrado secretario de Organización en el esquema formal. Él es la voz de su padre y el mandato divino que todo deben obedecer.
Triste papel titiritero de la licenciada Alcalde.
En estos tiempos en que se habla tanto del empoderamiento de la mujer, sobre todo en México, sería bueno hacer un análisis de conciencia, reconocer qué tan cierto es eso del poder femenino y quién en realidad tiene el poder detrás del trono.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político.