NO PASA… NADA
Por: Jesús Solano Lira
Ha pasado una semana del cobarde asesinato del sacerdote jesuita Marcelo Pérez, defensor de los indígenas de los altos de Chiapas. Hay un detenido, yyyyy aún no se sabe quién es el autor intelectual. Mientras, siguen las reacciones internacionales en torno a la muerte del padre Pérez en Chiapas, un estado donde la inseguridad está fuera de control, por más que lo oculte el gobierno estatal.
Este fin de semana, las reacciones continuaron por el asesinato del jesuita que caló hondo en diversos organismos de derechos humanos y en la iglesia católica, y desde el Vaticano, el Papa Francisco, al terminó del rezo del Ángelus, envió su solidaridad a la Iglesia de México por el asesinato del sacerdote tzotzil Marcelo Pérez, ocurrido en San Cristóbal de las Casas.
Ante la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, el pontífice definió al sacerdote Marcelo Pérez como un “fervoroso servidor del Evangelio y del pueblo fiel de Dios”, luego señaló “que su sacrificio, como el de otros sacerdotes asesinados por fidelidad al ministerio sean semillas de paz y vida cristiana”, destacó el Papa argentino.
El Papa Francisco mantiene un estrecho vínculo con los chiapanecos, porque fue uno de los primeros estados que visito durante su visita a México en 2016, en la que recibió una biblia traducida al Tzotzil. Y ante la descomposición del tejido social y la generalizada violencia en México, por segunda ocasión consecutiva la iglesia católica demandó acciones efectivas, para cuidar la vida de quienes luchan por la paz y la justicia en México.
Es neta, es urgente que el gobierno abandone su política del NO PASA… NADA, cuando estamos inmersos en la continuación de un sexenio marcado por la violencia.
El mensaje de la iglesia ha sido contundente, y a través del editorial titulado ¿Cuántos más como el padre Marcelo?, publicado en el Semanario desde la fe, denunció que la comunidad cristiana enfrenta actos de violencia solo por manifestar su fe, y son vistos como incómodos por su lucha en pro de un mundo mejor.
Sin entrar en confrontaciones con el gobierno federal, un gobierno que tiene la piel muy sensible, la Arquidiócesis de México pregunta: ¿Cuántos más como el padre Marcelo tendrán que sacrificar su vida por buscar la verdad, la justicia y predicar el Evangelio?, ¿cuántas madres buscadoras, cuántos defensores de migrantes, cuántos luchadores sociales más?
Y así como para echarle más limón a la herida de la ineficiente política de seguridad de la nueva administración morenista, cuestiona:
¿Cuántos más? Si cada vez que un sacerdote se alza por la verdad, arriesga su vida, y más si lo hace en una comunidad vulnerada por el crimen organizado. En su editorial, el tema sensible de la inseguridad y las continuas muertes de defensores de los derechos humanos, desnuda la fallida estrategia de abrazos, no balazos e inste en preguntar:
¿Cuántos sacerdotes y ciudadanos más deben ser asesinados para que se escuche su grito exigiendo justicia y paz? La iglesia también recordó que hace más de dos años murieron los jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos, cuya ausencia aún nos duele, y ahora, esta semana tocó al sacerdote Marcelo Pérez.
El reclamo es de miles de personas, que como la iglesia católica claman por un México seguro. En su editorial, señala: “En un entorno donde la vida del pueblo y la dignidad humana son constantemente amenazadas, ¿cuántos más deben caer antes de que los gobiernos y la sociedad reaccionen? UFFF eso si duele, pero es cierto, cuánto más aguantaremos para ya levantar la voz.
¿Cuántos más quedarán en el camino por defender la justicia?, sentencia la iglesia. Y luego ante las señales que ha enviado la diputación de Morena y rémoras, de pretender legalizar el aborto hasta el noveno mes, la Arquidiócesis de México, señala que: “es inaudito que mientras la violencia corta vidas como la del padre Marcelo y miles más, algunos legisladores pretendan dictaminar leyes de muerte y violencia contra la mujer embarazada”.
Al rememorar al padre asesinado, señalo: “La violencia ya no se aguanta”, fueron algunas de las últimas y valientes denuncias del sacerdote Marcelo Pérez, que pudieron no haber sido necesarias si, más allá de las medidas cautelares que tenía, las autoridades lo hubieran escuchado y actuado con determinación.
Qué lástima que se repita en México la historia del partido hegemónico, de un partido que perdió sus ideales, que violenta la constitución y está empeñado en destruir un poder Judicial que era el dique a las locuras de sus gobernantes, funcionarios y legisladores embriagados con el poder. Decía mi abuelita, dale el poder a los pendejos y se vuelven locos. Vaya certeza de la abuela sabia.