Carmen Nozal
Hace unos días me contaron el caso de una señora de 98 años, Margarita Álvarez, de Gijón, Asturias, quien llegó a México, de nueve años y huérfana, en el barco de los Niños de Morelia.
Actualmente, se encuentra internada en un convento en el Centro Histórico y esta mañana fui a conocerla.
Le llevé una revista de España, conversamos mucho pues está totalmente lúcida, tiene afectados los oídos desde niña por los bombardeos de la guerra Civil por lo que se le debe de hablar en voz alta y cerquita, cantamos canciones de nuestra tierra, le enseñé fotos actuales de Gijón pues nunca más regresó, lloró varias veces como las demás personas que nos acompañaban, (yo no porque cuando veo sufrir a alguien siempre me amachino y ya que estoy sola es otro cantar) me hizo piojito, me besó y al irme me dio la bendición en nombre de mi mamá y de la nuestra Santina, la Virgen de Covadonga.
Me dijo que no la abandone y, por supuesto, que le prometí volver.
La afortunada, definitivamente, soy yo por este regalo que hoy me dio la vida.