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Peligro en Huitzilac: Alerta CDMX
—¡Es usted un pendejo!, grito el gobernador. El joven oyente —que sabía que lo era— se hizo el ofendido y sin decir nada dio la media vuelta y se enfiló a la puerta del despacho privado de Lauro Ortega [†], quien reparó: «Ya ve. Si se va, entonces sí es un pendejo».
El sin duda mejor gobernador de Morelos [1982-1988] acababa de regañar a su joven colaborador, porque había cometido un error de comportamiento, de esos en que incurren quienes creen que el cargo —el poder no existe si no es para servir— es para siempre.
Aún siendo fuente de inspiración de otros gobernadores de su tiempo, considerado el mejor entre todos, y de aprendices de políticos de entonces que aspiraban a ser gobernadores como Ortega Martínez, los siguientes mandatarios de Morelos evitaron parecerse a él e incluso intentaron borrar sus huellas de un gobierno de excepción, por celos.
No paraba Ortega, incluso los domingos. Era complaciente, pero exigente. El escribiente fue su reportero 10 meses en la oficina de prensa. Todo un examen propedéutico, o para ser político o ser periodista. Fue el primero en invitar a mujeres y hombres de la sociedad civil a sus giras de trabajo. Fue el primero en tomarse fotos por separado con toda una comunidad y al día siguiente las enviaba con su firma. Era bromista, la figura paternal que se busca en todos lados…
Don Lauro cesó al menos a 50 funcionarios de sus gabinetes Legal y Ampliado, entre ellos un procurador y tres jefes de la Policía Judicial. A tres secretarios de Gobierno, a cuatro jefes de Prensa… La mayoría por pérdida de confianza, por corrupción o por no alcanzar el ritmo de trabajo.
Sin conocer ideario y convicciones, Margarita González-Saravia —¿la figura maternal que se busca en todos lados?— está llamada a ser mejor que don Lauro. Ojalá sea su fuente de inspiración, a 42-36 años de distancia. Entre lo único que se necesita está vocación de servicio y voluntad política, que las tiene. De la honradez ya sabemos que hasta de pensamiento la tiene.
El gobernador Ortega recorrió cinco veces el estado en su campaña electoral, y como mandatario estuvo hasta 10 veces en los 400 pueblos que existían entonces en Morelos. En todos ellos hubo obras.
Para llegar a Hueyapan, tenía que pasar un camino del poblado indígena de Alpanocan, Puebla, donde las noticias de don Lauro llegaban. Bloquearon la carretera, don Lauro bajó del autobús Mariano Matamoros. Hubo aplausos. Querían alumbrado en el camino y, de ser posible, que les arreglara la carretera. Preguntó con sarcasmo quién era su gobernador, pidiendo tiempo para hablar con él, pues no podía violar la autonomía estatal.
A los cinco días, cuadrillas del gobierno de Morelos empezaron las obras. Las inauguró junto al gobernador poblano Guillermo Jiménez. Preguntó en el acto quién era su gobernador. «Lauro Ortega», fue la respuesta. Se carcajeó Jiménez Morales y, al darle una palmada en la espalda a don Lauro, suscribió: «Señor gobernador hasta de Puebla».
Se llama voluntad política y vocación de servicio…
letraschiquitas
Agentes de vialidad de la Ciudad de México alertan a usuarios de la autopista México-Cuernavaca a no detenerse ante mujeres que cargan bebés pidiendo auxilio, a la altura de Huitzilac, para no ser víctimas de delitos. Pertenecen a una banda que perpetra, en el mejor de los casos, robo con violencia. Aunque se sabe de su presencia y que son violentos en extremo, la Guardia Nacional no ha logrado acabar con el peligro, deteniéndolos.