La invasión de productos chinos en el mercado mexicano no es un fenómeno reciente, pero su impacto se ha intensificado en los últimos años. Desde textiles hasta tecnología, los productos provenientes de China han desplazado hasta el 80% de las mercancías mexicanas en ciertos sectores. Este fenómeno no solo afecta la economía local, sino que pone en tela de juicio el papel de México como un socio confiable dentro del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). La pregunta es clara: ¿hasta cuándo permitiremos que nuestra industria sea relegada por una estrategia de comercio pasiva y dependiente?
El problema no se limita al precio agresivo de los productos chinos, sino también al uso de prácticas comerciales dudosas. Se ha señalado la existencia de mafias comerciales que aprovechan lagunas legales y corrupción para inundar el mercado con mercancías subvaluadas o falsificadas. Esto no solo perjudica a los productores locales, sino que también viola las reglas del T-MEC, que busca asegurar un comercio justo entre los socios de Norteamérica.
Desde Canadá se ha sugerido la expulsión de México del tratado, acusándolo de actuar como una “puerta trasera” para la entrada de productos chinos al mercado estadounidense. Las denuncias se han vuelto tan severas que desde la presidencia se ha preparado un plan para buscar una competencia leal, a pesar de que intentaron minimizar el caso.
La dependencia excesiva de productos chinos es un síntoma de un problema más profundo: la falta de una estrategia nacional sólida para fortalecer nuestra capacidad productiva. Durante décadas, México ha priorizado la maquila y la manufactura para exportación, descuidando la innovación tecnológica y la producción local de bienes terminados. Esto ha dejado a nuestra industria nacional en desventaja frente a competidores globales. Hoy, más que nunca, es crucial replantear este modelo. Si México no invierte en la modernización de su industria y en el desarrollo de tecnología propia, seguirá siendo un país dependiente, incapaz de competir en el mercado global.
El gobierno mexicano debe comenzar a usar las herramientas a su disposición para revertir esta tendencia. Sin embargo, estas iniciativas deben ir acompañadas de políticas fiscales que incentiven la inversión en innovación, apoyo directo a pequeñas y medianas empresas, y una lucha frontal contra las redes de comercio ilícito.
Además, se necesita una alianza estratégica entre el sector privado, la academia y el gobierno para promover un ecosistema de innovación sostenible que permita la producción de bienes con valor agregado.
Fomentar el consumo de productos nacionales también es una tarea pendiente. No se trata de cerrar las puertas al comercio internacional, sino de equilibrar la balanza y asegurar que los productos hechos en México tengan un lugar destacado en el mercado. Esto incluye campañas de concienciación para valorar los productos locales y la implementación de normas más estrictas para evitar el ingreso de mercancías subvaluadas o que no cumplan con los estándares de calidad.
No podemos permitir que nuestra industria siga debilitándose. El fortalecimiento de la producción nacional no solo asegurará la soberanía económica de México, sino que también nos permitirá ser un jugador relevante en el escenario internacional. México debe apostar por la innovación, la tecnología y la creatividad local, no como una opción, sino como una necesidad estratégica.