Anahí García Jáquez
Londres. 1923. Clarissa Dalloway ofrecerá una fiesta en su casa. Como parte de los preparativos va de compras y durante ese día estará acompañada de sus pensamientos, los cuales la llevarán a lugares y momentos que determinaron su vida y que la harán llegar a conclusiones muy interesantes.
La señora Dalloway es un trabajo de la escritora inglesa Virginia Woolf y que es muy reconocido, no sólo por su innegable calidad, sino por la estructura tan original con la que fue escrito. A través de la técnica llamada flujo de consciencia, el lector conocerá los pensamientos del personaje tal cual, por lo que predominará el diálogo interno puesto que dicho personaje queda aislado del mundo, solo con sus ideas. La autora nos presenta también a Septimus Warren Smith, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que ha quedado con secuelas, más en específico, con un trastorno de estrés post traumático que afecta su calidad de vida y su interacción con su entorno, el cual también conoceremos a través de todas aquellas ideas que crucen por su cabeza. De algún modo, tanto él como Clarissa terminarán relacionándose, además de que las dos líneas narrativas de este texto los tienen como protagonistas.
Conforme avanza la trama, Clarissa se encontrará con gente importante de su pasado, como Peter Walsh, un hombre que la amó profundamente pero que ella dejó para casarse con Richard Dalloway, un hombre de mejor posición en la sociedad londinense, a la vez que recordará a Sally Seton, íntima amiga con la que tuvo una relación por demás cercana. Esto nos lleva a una de tantas reflexiones en las que la autora nos lleva al tema de las decisiones y las consecuencias que éstas acarrean al grado de alterar el curso de nuestras vidas, lo cual nos lleva al tema de las crisis existenciales, una vez que han llegado a darse cuenta del rumbo que han tomado y que quizá no los llevó a donde deseaban, en este caso, la felicidad que creemos es la que queremos pero en realidad no, como es el caso de Clarissa y su matrimonio.
De ahí proviene también la cuestión del tiempo y su transcurrir, así como todo aquello que nos trae y en lo que nos convierte, como le sucede a la protagonista, que ha sido reducida a una dama de sociedad cuya habilidad es la de organizar fiestas y ser la anfitriona perfecta. También se abordan la opresión, la comunicación y la conexión entre seres humanos que, aparentemente no tienen nada en común, pero que la relación entre uno y otro puede darse en cualquier momento. Así mismo, se nos ilustra el daño que la guerra causa en aquellos que participan en ellas, como es el caso de Septimus, y cómo su trauma lo atormenta día a día.
La señora Dalloway es un ejercicio literario por demás interesante, pero que a ratos puede resultar complejo para el lector, ya que los pensamientos de los personajes llegan a cruzarse y distinguir uno del otro se complica, pero una vez superado este detalle, la inmersión en la lectura será completa. Quien lo lea se sentirá identificado de una o varias maneras ya que, en esta época en la que comunicamos nuestros pensamientos y sentimientos en redes sociales, al final del día terminamos quedando más aislados que nunca, viviendo en nuestra mente o, peor aún, siendo prisioneros de ella.
La señora Dalloway. Virginia Woolf. 1925. Editorial Debolsillo.