homopolíticus
Fiesta Cuatroté Franciscana
Como canta la porra de Atlante, traer a este equipo de raigambre a jugar al estadio Agustín Coruco Díaz es, además de buena noticia social, atinada decisión gubernativa.
Como la de Lauro Ortega, construir en 1985 el estadio profesional Mariano Matamoros dentro de una unidad deportiva con alberca semiolímpica, o como la de Antonio Riva-Palacio, salvar de desaparecer en 1991 al equipo de la franja, «y el semillero nacional», como me dijo.
Sólo superados por Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara, Zacatepec y Atlante eran segundo y tercer lugar de la Tabla General en 1981, con un punto de diferencia. Era septiembre, día 6, el equipo cuyo lema es aún «Hacer deporte es hacer patria», perdería 0-1 ante el equipo del pueblo, el Atlante. De las pocas veces que perdía Zacatepec en la Selva Cañera. El equipo azulgrana traía a La Volpe, Regis, Alberto Jorge, Anguiano, Ratón Ayala y Cabinho.
La disputa deportiva no sólo era en la cancha, sino en las tribunas. Detrás de las porterías las porras alentaban. «Les guste o no les guste, les cuadre o no les cuadre, el Atlante es su padre», les gritaban a los de enfrente, a los del equipo de la franja. Era cuando tras la faena, los cañeros iban al estadio a tomar cerveza, con sus machetes en sus morrales de ixtle.
Lo que no pudo hacer Cuauhtémoc Blanco en nueve años —hizo todo, menos servir a Cuernavaca y a Morelos—, siendo un distinguido futbolista, en dos meses Margarita González-Saravia logró que un equipo de gran tradición por querido, como es el Atlante, vaya a jugar en el estadio de Zacatepec, aunque sea temporalmente.
Ni quiera el peladito de Tlatilco construyó una cancha ya no de basquetbol, volibol, pádel o tenis, sino de futbol. La reconstrucción o rehabilitación de canchas se hizo con recursos del gobierno federal, pero él decía que personalmente las había gestionado, mintiendo. Todo lo hizo mal, hasta el manejo de los recursos materiales, humanos y financieros, a punto de llegar las primeras denuncias penales a su arraigo domiciliario de tres años en San Lázaro.
Lo que sí hizo fue jugar futbol, firmar balones, meter autogoles a tesorería, presenciar juegos del América y la Decepción Nacional, aún en día laborable. Contrató con dinero público a Ronaldinho, cuya presentación fue un fracaso, con apenas tres mil aficionados. El rechazo no fue al jugador estrella de Brasil, sino al mediocre mandatario estatal que una revisión exhaustiva a su patrimonio, alcanzando a sus prestanombres, desvelaría que lo incrementó sustancialmente.
No es lo mismo El 10 —«Siete para 10, nos faltan cuatro»—, que La 10, como la camiseta que políticamente correcto le entregó Emilio Escalante, propietario de Atlante, a la gobernadora de Morelos. En futbol —y en política—, quien porta el número 10 es el líder, la figura central del equipo, quien mueve a sus coequiperos y reparte el juego y ordena al cuadro, sacándolo avante. Un mediocre como Blanco Bravo nunca pudo ser el 10, sino el 1.5, por su calificación reprobatoria estatal y nacional.
letraschiquitas
Aún no se sienta, pero el inminente regidor de MORENA en Cuernavaca, Alan Moreno, se organizó una fiesta en día y horario laboral, con 300 invitados cuidadosamente elegidos, saboreando todos exquisita comida y caldos báquicos de calidad, para que se vea que en la Cuatroté no existe la pobreza franciscana***. A días de juramentar el cargo por segunda ocasión, el munícipe de Cuernavaca, José Luis Urióstegui, sacrificará a su número tres —el número uno es el regidor Adrián Martínez—, Carlos de la Rosa, quien ya hizo mucho, para acomodar a Óscar Cano, a quien la nomenklatura panista lo quiere alcalde en 2027***. Más quebraderos de cabeza para el sedicente «buena persona» Jorge Gamboa: dos hombres que desde 2022 compurgaban condena por tres homicidios, fueron exonerados por un juez de Cuautla y, además, en privado ordenó su libertad. La misma noche de viernes, día 6, la Policía estatal detuvo a cuatro hombres armados, justo en las inmediaciones de la penitenciaría de Atlacholoaya.