Luis Farías Mackey
Las gestas históricas en las que abrevó López Obrador fueron las de los liberales y conservadores del siglo XIX, que trasplantó en bruto en su presidencia. Pero fiel a los protagonismos de libro de texto, sólo vio figuras epónicas y comportamientos épicos realzados por el lustre de la historia engalanada para ceremonia cívica y discurso de ocasión.
Imposible pedirle un ojo más abierto y avezado, él jamás buscó el saber, sólo la excusa y a quién culpar; incapaz de ver procesos y consecuencias sociales y políticas. La lucha entre liberales y conservadores jamás propicio una sociedad más justa e igualitaria, nunca permitió el crecimiento y desarrollo necesario para la redistribución; nos escindió como nación y nos enfrentó como enemigos. Finalmente nos castigó con invasiones, pérdida de territorio, un emperador austriaco y de premio a Díaz y sus científicos. La gesta revolucionaria le adminiculó nuevas figuras señeras y heroicas para sus interminables soliloquios históricos y el cardenismo su veta petrolera que, otrora luminosa, hoy pesa como lápida sobre nuestras economías nacional y personales.
Pero en la neblina de sus héroes y sagas revivió un México ido, el de conservadores y liberales, y reeditó sus luchas fratricidas, sus negros dogmas, su aislacionismo provinciano y, de paso, el santanismo redivivo en obradorato.
Pero nuevamente fue incapaz de ver las consecuencias de su borrachera histórica y, sin héroe alguno producido, ni gesta digna de recordar, ni pierna que haya sido amputada, nos sumió en una polarización energúmena cuando el mundo convulsiona a escalas jamás antes vistas y nuestro vecino del norte ha perdido el norte, la brújula y la razón.
Y así perdimos seis años viendo a un programa de amenidad matutina presidencial y no preparándonos para el futuro.
Disfruten lo votado.