Joel Hernández Santiago
Pues ya llega a la presidencia de Estados Unidos de América, el republicano Donald J. Trump, quien por segunda ocasión será presidente de una de las naciones más poderosas del planeta. Poderosa por su enorme economía, que marca el paso de muchas otras, entre las cuales está México y sus recurrentes crisis financieras y de hacienda.
El problema no es que llegue, sino que en esta ocasión vuelve ensoberbecido por el triunfo sobre el Partido Demócrata que, de última hora, nombró a Kamala Harris como su candidata ya que Joe Biden, el presidente saliente, está en una edad muy avanzada tal que sería muy difícil continuar en el gobierno de este país otros cuatro años; un país con tanta complejidad en lo político, social e internacional.
Y lo dicho. Llega Trump con una enorme carga de amenazas a diestra y siniestra, en su complejo de inferioridad quiere hacer suponer que es un presidente super poderoso y al que se le debe temer para respetarlo, según su criterio.
Ya amenazó a Groenlandia de querer hacerse de la isla, para Estados Unidos, aunque el reino danés repudia esta barbaridad, pero está alerta; ya amenazó a Panamá con recuperar para su país el Canal que legal e históricamente ya es de los panameños; a la Unión Europea la trae entre ojos y guarda silencio pero no tardará mucho en lanzar alguna amenaza. Su volubilidad con Ucrania y en favor de Rusia pone en vilo la situación de guerra ahí…
Pero se ha obsesionado por México. Ya se ha dicho hasta el cansancio que durante su primera campaña en 2016 para conseguir la presidencia utilizó como uno de sus grandes argumentos una lista interminable de agresiones y descalificaciones en contra de México y los mexicanos. Polarizó a la sociedad estadounidense en favor y en contra del país del sur…
Pero esta vez, en su campaña 2024 y luego de su triunfo electoral, el republicano ha desatado una ola de amenazas en contra del gobierno mexicano. Una de las cuales parece que llevará a cabo inmediato a que tome posesión el 20 de enero.
Su gabinete presidencial está compuesto por personas afines a su pensamiento conservador, xenófobo, racista e intervencionista. Marco Rubio, de origen cubano y a quien se anuncia como secretario de Estado, anunció que en cuanto tomen posesión iniciarán el proceso de expulsión masiva de migrantes para enviarlos a México: “Pasaron por México, que México los reciba”, dice.
Pero sobre todo anunció el mismo Rubio que el crimen organizado en México debe considerarse como organizaciones terroristas, lo que implicaría una probable intervención militar de EUA en territorio mexicano para perseguir a los delincuentes mexicanos, haciendo a un lado la advertencia de México de que es un tema mexicano que debe ser resuelto por los mexicanos.
La presidente de México hace declaraciones de reacción a lo que se dice que dicen el nuevo presidente y sus funcionarios de Estado. De forma subrepticia convoca a la unidad nacional, luego de que desde el gobierno de López Obrador y el de ella misma en estos primeros cien días, ha polarizado a los mexicanos entre los seguidores de la 4-T y sus adversarios “enemigos de México”, les dice con todas sus letras.
Pero ahí está ya, enfrente, el temido, el beligerante y grosero, atrabiliario, primitivo y sin cepillar Donald J. Trump. Y dice que hará todo lo que prometió a sus votantes republicanos: “De México viene el problema, solucionemos el problema México”, les dices en corto.
El gobierno mexicano dice que tiene Plan A, B, C… para atajar lo que podría ser la deportación masiva de migrantes hacia México. Los tiene pero como ocurre siempre en el gobierno mexicano, el síndrome de guardar silencio para que los ciudadanos no nos enteremos de lo que pasa y lo que ocurre, ni cómo habrán de solucionar la crisis que podría avecinarse.
Claudia Sheinbaum dice que ya tienen elaborados planes estratégicos para ello pero que no los da a conocer hasta que Trump asuma la presidencia y será entonces cuando inicie un diálogo “de alto nivel” para iniciar la solución. Este será, quizá el plan A.
Pero está también lo de los aranceles extraordinarios a productos mexicanos, lo que impactará -en caso de aplicarlos- a la economía nacional, sobre todo a la economía doméstica porque los comerciantes endosarán estos incrementos a los productos de consumo… En todo caso, con estos aranceles, los empresarios, exportadores e importadores no pierden, pierde el ciudadano de a pie.
Pero el 20 de enero inicia una nueva etapa en las relaciones de México con Estados Unidos. Una relación asimétrica pero existente. Una relación complicada pero también histórica y de miles de experiencias buenas y malas para México. Es el inicio de un nuevo gobierno allá. Amenazante y de difícil trato.
Pero será el gobierno mexicano, el que fuera de sus tonos nacionalistas, patrioteros y de “masiosare”, deberá diseñar una estrategia inteligente, sólida, sin concesiones que atenten en contra de México y los mexicanos;
Una o dos o tres estrategias que muestren con hechos y no sólo palabras, que la mexicana es una Nación incontrovertible, sólida y con una larga historia atrás, sí, pero mucha más historia por delante. Ya veremos cuáles son esas estrategias de gobierno y si nos dirán lo que acuerdan con Trump o guardarán el silencio antidemocrático que caracteriza a la 4-T.