Al momento de publicarse estas líneas, estaremos conociendo las primeras acciones de Donald Trump como 47 presidente de los Estados Unidos, en su segundo mandato. Existe una gran expectación alrededor de las órdenes ejecutivas que marcaran sus políticas con respecto a la relación bilateral con México, particularmente en los temas sensibles de migración, aranceles, remesas y narcotráfico.
Es de sobra conocido el talante “bully” del mandatario norteamericano, lo cual se traduce en una estrategia que le funcionó exitosamente en el campo de los negocios inmobiliarios, previo a su incursión en las grandes ligas de la política, y que ahora traslada no solo a la relación de Estados Unidos con México y Canadá, donde Trudeau fue la primera víctima del neoyorquino, sino a otros teatros como Groenlandia y la OTAN.
Pero a pesar de lo anterior, de nuestra obligada relación en todos los rubros, a la compleja vecindad, o la muy numerosa comunidad mexicana en Estados Unidos, el espejo de la historia da cuenta, que hemos padecido más de los gobiernos Demócratas norteamericanos que de sus pares Republicanos. Abraham Lincoln, 16 presidente norteamericano y de militancia Republicana, con su apoyo a Juárez a través de la impecable gestión de Matías Romero, abonó a las causas externas que contribuyeron al triunfo de la República sobre la Intervención y el Imperio. Se podrá decir que dicha ayuda obedeció al esfuerzo estadounidense para desterrar la hegemonía europea en el hemisferio, pero sin duda alguna, aquella postura fue benéfica para México.
De igual forma, Ulysses S. Grant, 18 presidente, también de militancia Republicana, en su juventud y previo a alcanzar los laureles de la victoria en Appomattox durante la Guerra de Secesión Norteamericana, concurrió como joven oficial a la operaciones militares en el valle de México en 1847, de dicha experiencia concluyó en sus propias palabras que la guerra contra México fue: ”una de las más injustas jamás emprendidas por una nación más fuerte contra una más débil”
En México, no son pocos los que consideran erróneamente que el Partido Demócrata suele ser más benevolente que el Partido Republicano en su postura hacia nuestro país. Parece ser que se quedaron con el sabor de boca de la exitosa visita de John F. Kennedy, 35 presidente, a la Ciudad de México en 1962. En dicha ocasión, el Demócrata fue recibido por López Mateos de manera apoteósica, las crónicas dan cuenta de los presidentes siendo vitoreados por el pueblo en sus trayectos, la ceremonia en el zócalo capitalino, las recepciones, actos culturales y como cereza del pastel, la visita de Kennedy, primer presidente católico de la Unión Americana y su esposa Jackie, a la Basílica de Guadalupe.
Pero en contrapartida, por ejemplo, al día de hoy, las mayores deportaciones de migrantes mexicanos, se han dado con Demócratas: 7,447,247 con Clinton presidente número 42, con el 44, el carismático Obama fueron 2,849,152, con el saliente Biden, el número 46, llegaron a 891,503, con el Republicano Trump durante su primer mandato fueron 766,055. Las cifras anteriores corresponden a datos ya difundidos por el Instituto Nacional de Migración.
En México, se apostó por la emancipación de las Trece Colonias Británicas de América del Norte, ello ocurrió desde los tiempos de la Nueva España, Don Bernardo de Galvéz, el 49 virrey de la Nueva España, peleó previamente por la independencia de Estados Unidos y tiene la distinción de ser uno de los padres fundadores de la nación norteamericana. Al momento de gestarse nuestra lucha de independencia, los ideales libertarios de las Trece Colonias, fueron motivo de inspiración para los insurgentes mexicanos, sin embargo, nuestro vecino del norte nos correspondió con el Destino Manifiesto.
En 1836, el México independiente enfrentó la pérdida de Texas, el desastre se consumó en la Batalla de San Jacinto, donde Santa Anna fue hecho prisionero. Poco después, el veracruzano fue llevado como trofeo de guerra a Washington, el presidente norteamericano en aquellos años fue el número 7: Andrew Jackson, precisamente uno de los fundadores del Partido Demócrata.
Una década después, estalló la guerra entre México y Estados Unidos entre 1846 y 1848, la cual supuso la toma de la Ciudad de México y la pérdida de más de la mitad de nuestro territorio. Al frente del gobierno norteamericano estuvo su presidente número 11, James K. Polk, también Demócrata. Durante la segunda década del siglo pasado, México no solo se vió inmerso en el turbulento periodo revolucionario, sino que sufrió la injerencia de Henry Lane Wilson embajador norteamericano en las cruentas jornadas de la Decena Trágica y en los asesinatos de Madero y Pino Suárez.
Más adelante el puerto de Veracruz fue ocupado en abril de 1914 por fuerzas norteamericanas así como Chihuahua invadida en 1916 por la fracasada Expedición Punitiva del general Pershing. Durante ambas agresiones armadas, el presidente norteamericano fue el 28, Woodrow Wilson, coincidentemente Demócrata.
La historia nos dicta que más allá de que Estados Unidos ha sido gobernado por Republicanos, Demócratas o Whigs, por poco más de dos centurias nuestra relación ha sido difícil. El día de hoy, el riesgo con el presidente Trump es latente, sus declaraciones y las acciones que pueda tomar a partir de este lunes, no deben ser tomadas a la ligera. La diplomacia mexicana deberá jugar sus mejores cartas para lograr un consenso que permita resolver los problemas regionales no enfrentados, sino en conjunto y también como vecinos que buscan ante todo, un bien común y compartido.