Roberto Bravo
Hijo de un campesino, Korbinian Aigner nació en Alemania en 1885. Recibió clases de dibujo en la escuela de niños de un monasterio. Fue fruticultor, sacerdote opositor al nazismo y miembro del Partido Popular Bávaro. En 1923, en una reunión de nazis donde estaba Hitler le escuchó sus ideas sobre un plan para matar a los comunistas, judíos y sacerdotes católicos. Pensó que el fuhrer estaba borracho cuando dijo esto, pero lo confirmó en otra reunión a la que fue el líder.
En otra ocasión se negó a bautizar a un niño con el nombre de Adolf (moda durante el auge del nacionalsocialismo). En 1936, cuando la zuástica fue elevada a rango de bandera nacional, no la puso en el interior de su iglesia, tampoco mandó que se tocaron las campanas cuando en las iglesias del resto del país se suponía lo hicieron para celebrar a Hitler por su ruptura del Pacto de Versalles.
El clero lo sancionó cambiándolo de parroquia en otro condado. Siendo maestro de la escuela de Hohenbercha, cuando se supo que alguien había intentado matar al fuhrer, dijo a sus alumnos que aunque no sabía que tenía en mente el asesino, ese pecado pudo haber ahorrado un millón de vidas. Fue entonces delatado por otro maestro y puesto en un campo de concentración, En 1941 llegó al bloque de sacerdotes de Dachau, donde se dedicó a la fruticultura creando una variedad de manzana dorada con vetas rojas muy jugosa que hoy se conoce como manzana de korbinian.
Korbinian Aigner dibujó estas manzanas durante cincuenta años, siempre en el mismo formato (postal), que los visitantes de Documenta 13 (Kassel, Alemania, 2012) pudimos ver en cuatrocientos de sus cuadros.
La manzana representa la fecundidad del verbo divino, su saber y su olor. Es un medio de conocimiento, es un fruto del árbol de la vida, del árbol de la ciencia, del árbol del bien y del mal que otorga la inmortalidad o provoca la caída.
Korbinian, sabía al dibujarlas, qué nos estaba ofreciendo.
No es posible disociar la vida de un artista de su obra. Korbinian Aigner durante medio siglo dibujó sus manzanas. Fiel así mismo, por lo que sabemos de su biografía, fue un hombre inteligente, práctico, sencillo, muy sensible, de una ética y compromiso con su comunidad a toda prueba que supo captar la belleza de lo que amaba, pero ese sentido del volumen y lo cromático, no lo hizo perder su sentido del bien y del mal, instinto moral que en la actualidad debemos practicar quienes vivimos.