(Texto para la presentación del libro: 40 entrevistas. Memoria e historia del periodismo mexicano a través de la revista Así, 1940-1945)
* Es en ese momento que el reportero, el entrevistador, se transforma en vínculo necesario y fiel del personaje cuya voz, palabra, mensaje se considera necesario, porque es ajeno al chisme y la incertidumbre. Fue otra época. Políticos y personalidades tenían ideas, sabían cuál era su función, lo mismo que los reporteros. Hoy sólo unos cuantos saben para qué sirve la palabra, el papel impreso, las cámaras de televisión, las pantallas de computadora, las páginas de Internet y las cabinas de radio. La velocidad del tiempo real y las exigencias de un poder inescrupuloso todo lo trastocaron
Gregorio Ortega Molina
A Toño Sierra
La labor de investigadores sociales y políticos y la de los reporteros es similar. Los primeros buscan razones y resultados de acciones pretéritas, los segundos hurgan en los sucesos recientes, con el propósito de mostrar el rostro sin máscaras de gobernantes y líderes sociales y económicos, exhibir las complicidades y hacer públicas las necesidades de un cambio legal y constitucional.
Hoy nos reunimos para aplaudir el trabajo de Antonio Sierra. El título es evocador: 40 entrevistas. Memoria e historia del periodismo mexicano a través de la revista Así, 1940-1945. El investigador que estudia la labor del periodista, del reportero, del entrevistador, honra la memoria del pasado, a sabiendas de que nos trae a un presente imperfecto, pues todo parece indicar que vamos para peor, y ese futuro incierto pasa por el umbral de la prisión preventiva oficiosa. Recordar, evocar, hacerse presente en los sucesos del pasado reciente o del día de ayer, puede convertirse en un riesgo. Es un asunto de salud pública.
Hoy, ¿para qué sirve honrar la memoria de un grupo de periodistas? ¿Para vivir de ella, servirse política y económicamente de su valor histórico? Lo honesto, lo de valor, es que evocar debe servir para sembrar el recuerdo. La Shoah no puede ni debe olvidarse, como tampoco la historia verídica del periodismo mexicano. Superamos ya la época de los vendedores de silencio, como acertadamente Enrique Serna calificó a los mudos ante la tecla.
Pero vamos a lo que aquí nos congrega. Me sirvo de las palabras de Toño Sierra transcritas de su texto: “Después de concluir los estudios de maestría, recibí un correo electrónico de Rosana Ricárdez Frías, investigadora chilena, quien me consultó sobre Así, aparecida en 1940. Estaba interesada en la crítica cinematográfica de Villaurrutia publicada en Así. Para ese momento, yo solo contaba con referencias generales.
“Aunque exploré esa revista, no tenía el recuento preciso de su génesis. Con gran curiosidad me sumergí en sus numerosas páginas. Encontré varias sorpresas; entre ellas, que en 1943 ahí se publicó una docena de entrevistas con directores de los medios de comunicación impresos. Esa información me resultó fascinante, pues me permitió detectar el pulso de la prensa de los años cuarenta. Así pues, decidí transcribir las doce entrevistas y al terminar comprobé que Gregorio Ortega tenía un marcado interés por la historia de la prensa nacional, el quehacer y la filiación de periodistas y directores de publicaciones, la recuperación de la memoria y la contribución de los diarios y revistas de esa década. El hallazgo me motivó a continuar con el estudio del semanario, para cuyo examen me remonté al primer número, publicado el 16 de noviembre de 1940.
“Después de analizar los materiales que van de 1940 a 1945, hallé otra serie de entrevistas, esta vez con reporteros y publicistas, quienes ofrecieron sus opiniones acerca de la situación del país y la publicidad en los medios impresos. Tanto en esos diálogos como en las conversaciones con los directores, hallé una gran aportación para los estudios de la historia de la prensa”.
Algunos de los nombres elegidos por el maestro Sierra para dar a conocer su habilidad como entrevistadores, fueron mis conocidos, y ¿cómo no?, si el primero de ellos es mi padre, el segundo mi tío Benjamín; enseguida la memoria me regresa a la cerrada de Mónico Neck, a las casas de Edmundo Valadés, Renato Leduc, Ernesto Álvarez Nolasco (estos últimos no publicaron en esa revista, pero ahí los conocí, y ambos alcanzaron notoriedad como para no olvidarlos).
Valadés transitó del periodismo a la función pública y a la literatura. Su revista El Cuento, se atesoran La muerte tiene permiso y El libro de la imaginación; al poeta Leduc se le recuerda por el gozo que nos deja todavía la dicha inicua de perder el tiempo; sin embargo, ninguno habría logrado llegar a ser en lo que se convirtieron, de no haberse formado en las páginas de revistas y diarios. La madurez que confiere la exigencia del tiempo de entrega.
El tema central de este ensayo de Toño Sierra, nos lleva de la mano a esa parte del oficio que más demanda porque se requiere cierta complicidad con el interlocutor: la entrevista, en una época sin grabadoras de bolsillo, sin cámaras de televisión, sin micrófonos inalámbricos… sé de algunos entrevistadores que se sirvieron de la taquigrafía, pero muy pocos hicieron uso de esa facultad humana que es la memoria.
Me lo confirmaron Carlos Ferreira Carrasco y Abelardo Martín Miranda, y muchos años antes me lo confió Gregorio Ortega Hernández: si el entrevistado te ve tomar nota, si lo colocas frente a un micrófono, yo no dirá lo que tiene ganas de declarar, al menos nunca con las palabras que en un principio consideró las adecuadas. Yo no tomo nota, no uso grabadora, y nunca nadie me desmintió, aseveró me padre.
Hay mucho que contar sobre Gregorio Ortega Hernández, pero hoy no es el momento ni el lugar, acudimos a festejar a Toño Sierra.
Pienso en los diálogos de Refino Hernández Llergo y Martín Luis Guzmán con Doroteo Arango, o por las dificultades que pasó Benjamín Ortega Hernández para que políticos y actrices y actores de carpa, teatro y cine hablaran de algunas de sus intimidades sin el menor recato. Nadie los vio con un lápiz en la mano cuando se pusieron al tú por tú con esos protagonistas de la historia que consagraron con su labor de periodistas.
¿De qué se valieron los periodistas de la revista Así para hacer su tarea y ser entrevistadores destacados? ¿Lápiz y papel? Creo que más que nada de sus ojos, sus oídos y su memoria, que fueron entrenados para ver y conservar, para escuchar y no interpretar, sino ser fieles depositarios de la palabra, la voz, la inquietud, el mensaje que deseaba transmitir su entrevistado.
Es en ese momento que el reportero, el entrevistador, se transforma en vínculo necesario y fiel del personaje cuya voz, palabra, mensaje se considera necesario, porque es ajeno al chisme y la incertidumbre.
Fue otra época. Políticos y personalidades tenían ideas, sabían cuál era su función, lo mismo que los reporteros. Hoy sólo unos cuantos saben para qué sirve la palabra, el papel impreso, las cámaras de televisión, las pantallas de computadora, las páginas de Internet y las cabinas de radio. La velocidad del tiempo real y las exigencias de un poder inescrupuloso todo lo trastocaron.
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