Luis Farías Mackey
“La vida es un manantial de placer; pero donde bebe la chusma con los demás se envenenan todos los pozos.
“Soy propicio a todo lo limpio; pero no me gusta ver la risa de los hocicos ni la sed de los impuros.
“Arrojan su mirada al fondeo del pozo: ahora el pozo me devuelve el reflejo de una sonrisa perversa”.
Que nadie crea que Nietzsche es un fifi: en sus palabras no hay un ápice de clasismo.
Por eso se adelanta a acotar: “Han envenenado el agua sagrada con su lascivia; y como llamaron ‘placer’ a sus sucios sueños, han envenenado incluso las palabras”.
Y es cierto, en un Estado de Derecho con libertad de expresión, se pretende imponer un lenguaje privativo y excluyente en defensa de los que reclaman inclusión exceptuando y condenando a los que no comulgan con sus ruedas de molino.
Pero regresemos a Nietzsche, quien narra que Zaratustra dio la espalda a los gobernantes cuando vio a qué llaman ahora “gobernar”: regatear y mercadear por el poder — ¡con la chusma!, así sea con ayuda de las tómbolas. Y Zaratustra atravesó “sin ánimo todo ayer y todo hoy”, tapándose la nariz: “¡en verdad todo ayer y todo hoy apestan a la chusma que escribe” y, añadiría yo: que postea y que mañanea: ahora hasta los diputados, impresentables y abominables, tienen sus mañaneras legislativas.
Por eso urge hacer al silencio bienaventurado.
Y no es que la chusma hable, ése es privilegio de la inteligencia. No, la chusma ruge y bala, chilla y adora, pero no discursa ni delibera.
Y fue así que se nos vació la vida; todos los frutos se perdieron, todos los pozos fueron envenenados, todo trabajo devinó vano, todo vino se avinagró y “un mal de ojo quemó nuestros campos y nuestros corazones”.
Nos hemos reducido a cenizas y “hasta el fuego hemos conseguido cansar”.
“Todos los pozos se secaron, y hasta el mar se retiró (…) estamos cansados incluso para morir”.
Algunos cantan alabanzas a un Dios que nunca fue, pero cuya fe perdura como la ignorancia y el engaño. A él y ellas se aferran desesperados ante el vacío de sus creencias y esperanzas, y esperan su resurrección, aunque más cercano a ella puede encontrar su encarcelación.
Pero la chusma adoradora envenenó todos los pozos y todas las palabras, voló por los aíres todos los puentes, borró toda huella y razón, apagó todos los fuegos y oscureció todo horizonte; el vacío más sordo y profundo reina desde entonces, pero algunos siguen creyendo y adorando a ciegas, a tientas y a locas, antes de vaciarse ellos mismo en nada.