A punto de cumplirse las primeras ocho semanas de la movilización magisterial opositora a las reformas al status laboral de los maestros –mal llamada “reforma educativa”–, el gran fracaso de los negociadores oficiales está a la vista.
Primer y gran error fue el concederles status y reconocimiento cual parte beligerante. Nunca antes, al menos en los últimos 25 años, ninguna autoridad se había sentado formalmente a la mesa con la llamada Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. La contraparte legítima, invariablemente, fue el SNTE.
Resultado, los disidentes se treparon a las barbas de los negociadores de la Administración peñista.
Y de ahí, pa’l real… hasta ver fracasados todos los intentos de negociación.
Los síntomas de este fracaso han sido el despilfarro de los recursos, el que las disputas se hayan alargado durante semanas, la pérdida de clases en diversos puntos bien localizados del país, las molestias a los contribuyentes en su movilidad por el Distrito Federal y, en general, el deterioro de las relaciones entre el gobierno federal, los estatales, con el magisterio y los padres de familia afectados.
Otro error: no haber buscado la intermediación. No, al menos, públicamente.
Y si se ha buscado a los intermediarios –aunque los encargados formalmente se creen muy, muy; actúan como si no necesitaran de nadie–, tal vez ha sido porque los personajes no han sido los idóneos y, por tal, no han reflejado los intereses de las partes en conflicto. Y no es que se deba buscar a los neutrales –la neutralidad es subjetiva; de plano, no existe–, sino que quizá no hayan encontrado a quienes sean flexibles y capaces de adaptarse incluso a alguna de las partes con las que esté a disgusto o con las que no estén de acuerdo, ya sean los disidentes o el gobierno mismo.
¿Quiénes se encargan por parte del peñismo de la negociación?
Dicen que en Gobernación.
Y más concretamente que en la llamada subsecretaría del ramo, a cargo del mexiquense –but of course— Luis Miranda, pero…
¿Cuál es la experiencia de este último funcionario en tareas monumentales como sin duda lo es esta? ¿Fue él, acaso, quien cometió la pifia de sentar a los disidentes a la mesa? ¿Se rodeó de los mediadores idóneos?
EL REAL INTERLOCUTOR
Es inevitable que los conflictos no resueltos y, peor todavía, los que van in crescendo provoquen caos. Caos como los que, una semana sí y otra también, se viven en el Distrito Federal y ya en varias capitales estatales.
El conflicto se ha acentuado, sobremanera, por las posiciones irreconciliables de las partes. Mientras los maestros exigen la derogación de la nueva legislación que afecta sus derechos humanos y laborales, el gobierno impone hasta autoritariamente y “en lo oscurito” –una sesión cameral en día y hora extraordinarias–, sin escuchar ni siquiera una palabra de quienes son los afectados.
Luego, entonces, ¿para qué se sientan a la mesa de negociación?
Duro, inamovible en la multicitada mesa a la que nunca debieron invitar a la CNTE, el gobierno peñista es percibido, en cambio, como débil por la ciudadanía a la que afectan los plantones, las marchas, los cierres de calles y principales avenidas de las metrópolis.
Tal, entonces, es una dualidad casi casi esquizofrénica.
¿Qué hacer para destrabar el conflicto?
Como los negociadores de Gobernación, este escribidor no tiene la respuesta a la mano, pero sí algunas ideas que quizá pudieran ser útiles.
Negociar, sí, pero con el SNTE, del cual forma parte la Coordinadora. Lo escuchamos mucho durante años: la CNTE es sólo “una expresión” del Sindicato magisterial.
Con el SNTE, sí, porque muchos maestros que no militan en la “expresión” disidente, cada vez se van sumando más a las protestas, y sólo el órgano gremial reconocido puede frenar el crecimiento de las protestas. Además, porque el SNTE es el único interlocutor real.
¿Cuándo cambió la tónica? ¿Cuándo y quiénes decidieron que con la CNTE –haciendo a un lado al SNTE– se podía negociar?
Ya vimos que no. Ya vimos el gran fracaso.
Índice Flamígero: Por lo pronto, un éxito pírrico. La CNTE ya fue desalojada de las primeras planas de los medios impresos. No importa de qué tamaño haya sido el caos, se aplica la política del avestruz: nada se reporta, como si no hubiera existido.
No,, sr Rodríguez,, el SNTE no es la parte disidente,,
Si lo que se quiere negociar, en buen español imponer, es una serie de leyes arbitrarias ¿qué se va a negociar con un sindicato domesticado como borreguito? Lo que fracasó fue el autoritarismo de un gobierno que sólo actúa para favorecer a unos cuantos intereses, que están totalmente opuestos a los de las mayorías. Como decía Cantinflas, ahí está el detalle.