Juan Luis Parra
Ricardo Monreal, ex de todos los partidos, ex de todos los puestos democráticos, más de 30 años mamando de la teta del erario y parece seguir con hambre.
Hambre de poder, no de justicia.
El hoy diputado pluri de Morena y uno de los hombres más poderosos del país, lanza una propuesta de reforma al Código Penal Federal con la que busca eliminar, censurar y perseguir a quien, con un meme, haga algún daño psicológico.
El daño psicológico ya lo tienen, pues la cordura hace mucho abandonó a la bancada oficialista.
Quizá están buscando un culpable de su locura, y creen que el culpable es un meme.
Y es que la iniciativa de Monreal pinta para convertirse en un arma de censura disfrazada de protección. Su propuesta criminaliza la “violencia digital” y la “violencia mediática”, conceptos tan amplios que podrían usarse para perseguir a cualquier crítico incómodo. Todo contenido digital “alterado” o “falso” que cause “daño psicológico” será sancionado con multas e incluso prisión.
Pero aquí está el detalle: si no marcas tu meme con la etiqueta “MEME”, podrías estar en problemas. Así de absurdo.
Aparentemente, en la cabeza de Monreal y su equipo, la libertad de expresión debe venir con etiqueta y permiso de quien nos permite el honor de vivir en su país.
Lo más preocupante es que, según la propuesta, cualquier persona podrá solicitar la eliminación de contenido en redes sin necesidad de una orden judicial. Basta con que se sienta ofendida para que una plataforma digital tenga que bajar el contenido.
En otras palabras, se abre la puerta a la censura exprés sin control ni garantías. Si un político no quiere que lo critiquen, simplemente dice que el comentario le afectó emocionalmente y se borra.
Como detalle final, en un intento por acceder al PDF con su propuesta, ingresé a su sitio web RicardoMonrealAvila.com y aunque no encontré lo que buscaba, vi lo que considero un mensaje, uno de esos mensajes sutiles, pues en su sitio web hay una sección donde cada mes reseña un libro.
El de este mes: “El Príncipe”, de Maquiavelo.
Un libro obligatorio para cualquier político con ansias de poder. Y si Monreal quiere enviar un mensaje, está claro: su lealtad está con el príncipe, el de la 4T, el heredero de López Obrador.
Quizá esté dejando claro a Sheinbaum que ella no es su reina, que su lealtad está con el joven López, quien ya está organizando su ejército para reclamar lo que por sangre le pertenece: la corona de rey.
Y no hay rey sin consejero, quizá, Monreal dentro de su locura, se perciba como Maquiavelo, guiando al joven príncipe al trono.
Esta no es sólo una ley mordaza, es una declaración de intenciones. No es la primera vez que Monreal intenta esta jugada (en 2021 lo intentó y fracasó), pero esta vez el contexto es distinto.
Una súper mayoría, un ex presidente que no quiere soltar el control, un delfín que todavía no aprende a nadar y un viejo lobo del sistema buscando su supervivencia en la historia.
El gobierno te quiere callar y Monreal quiere ser la mano que sostenga la mordaza.