(26 de febrero de 1946-15 de marzo de 2025)
Celina Márquez
Con el escritor mexicano Hernán Lara Zavala se marcan nuevas vertientes y lineamientos dentro del vasto territorio de la narrativa mexicana contemporánea. Sus estructuras literarias, su manera de concebir un mundo particular, inminentemente suyo, han hecho de su escritura, una poética especial en la cual se descubre una significativa voz en la que importa la estética de sus planteamientos y en la que predomina un estilo característico en el que se vuelve a la provincia como espacio literario, se retoman las vertientes del género testimonial o bien se escriben cuentos que giran en torno a la colonia del Valle de la ciudad de México con un determinado matiz en donde el final de éstos mantienen una apertura significativa en el que el lector participa y se adentra en el quehacer literario.
“Dudé en hacer de De Zitilchén una novela o dejarlo en libro de cuentos, recuerda el escritor, yo diría que es una novela vía al cuento pero en un momento dado sí se me ocurrió la idea de que podría convertir esos relatos en una novela pero esto sería menos novedoso y original en nuestro medio que un libro de cuentos.
“Cada cuento actúa individualmente y a la larga tiene una especie de unidad que es acumulativa; no hubiera sido difícil hacerlo novela pero hubiera tenido que quitarles los títulos a los cuentos y adentrarme más en los personajes, por eso decidí finalmente hacer un libro de cuentos como se usa sobre todo en Estados Unidos en donde se observa una unidad y una secuencia de sonetos.
“Zitilchén se me ha convertido en un lugar de la imaginación, siempre lo fue.. ahora que el libro será publicado en Lecturas Mexicanas irá con un fragmento de otros cinco cuentos de manera que, cuando menos, llegaré a unos 40 textos que cada vez van siendo más extraños e independientes, y es que si se me ocurre una idea que no sea citadina, la ubico en Zitilchén aunque la descubra en Venezuela o en Estados Unidos”.
En los relatos de Hernán Lara Zavala se manifiestan como elementos característicos, los finales abiertos o de inminencia en donde la sensibilidad del autor se ve reforzada al no concluir aparentemente el cuento dejando abiertas múltiples posibilidades al lector de construir, o concluir, cerrando o abriendo nuevas alternativas, su propuesta estética y literaria.
Al respecto Lara Zavala afirma: “los finales abiertos o de inminencia te mueven a volver a leer el cuento, a tratar de hacerlo redondo para leer el cuento nuevo, no es nada más hacer un final abrupto, esto depende de cada cuento, por ejemplo en el caso del personaje Morris, se da la ambigüedad de quien le disparó a quien; en el caso del cuento “El beso” queda la sensación de frustración y, en cuentos posteriores, por ejemplo “Crucifixión” se mantiene la sensación de la parte entre sagrada y perversa de lo erótico. Creo que cada cuento tendría su propio cometido pero lo ideal sería llegar al final y no conformarse con él sino decir, a la luz de este final, hacia adónde voy, qué detalles me perdí que estaban en cierto modo dados para saber exactamente lo que pasó”.
Ubicado en la provincia yucateca, De Zitilchén se convierte en el nuevo paraje literario, es el espacio mítico con el que tradicionalmente se asocia a Lara Zavala, de allí la importancia de este autor al rescatar la provincia en la literatura, en momentos en que ésta se circunscribe al ámbito de la ciudad de México como la gran urbe.
“Creo que jugué una carta importante en el rescate de la provincia literaria, ahora estoy escribiendo más sobre asuntos relacionados con la colonia del Valle que era lo que se usaba mucho cundo yo empecé a escribir. Propositivamente, dije ‘no quiero hacer un libro como el que han hecho todos mis colegas’, esto entre otras cosas porque yo entraba a la literatura de manera tardía, lo que sí pensé es que la provincia es muy rica, tiene muchísimos elementos y se había explotado poco, en particular la península de Yucatán que posee paisajes, estructura étnica, etc., creo que me puedo considerar como uno de los primeros que empezaron a retomar la provincia cuando ésta estaba totalmente desprestigiada y parecía que solo se podían hacer trabajos de tipo costumbristas o provincianos con un tono medio elegiaco. Yo entré a la literatura con la experiencia que había tenido de leer a los ingleses y a los americanos tratando a la provincia como un ímpetu, de decir como William Faulker ‘la provincia pude ser tan pequeñita pero tan universal como un timbre'”.
En sus textos, Hernán Lara Zavala otorga un especial tratamiento a sus personajes femeninos. Su manera de conceptualizar a la mujer lo lleva a hacerla casi un símbolo literario cuyas características son muy singulares. Sobre esto Hernán comenta: “En esta época de feminismo a lo mejor a algunas personas podría molestarles el que yo hable tanto de las mujeres, yo lo veo como un elemento que dispara mi imaginación, ese sería realmente el motivo; cuando uno conoce a una muchacha que te gusta y atrae, eso te da cierto ímpetu y un anhelo de hacer cosas. Para mí es el observar el comportamiento de ciertas mujeres de provincia que viven una vida gris cuando podría ser mucho más interesante e importante.
“El libro de cuentos que voy a publicar ahora trata sobre mujeres, sé que estoy jugando una carta difícil porque con el feminismo soy susceptible de crítica pero, por otro lado, verán que hay calidad en la observación, respeto hacia el ser femenino y un disparador en lo más íntimo del personaje y esto me permite escribir sobre él”.
Al incursionar en el género testimonial, que el autor considera de “debut y despedida”, Lara Zavala logra crear un excelente texto titulado Charras, sobre él afirma: “yo había conocido el caso desde una posición bastante cercana. A Efraín Calderón lo estimé y lo quise, por ello su muerte me resultó sumamente dolorosa. Lo conocí bien de niño, era mi pariente pero sobre todo era mi amigo… lo que me parecía importante era rescatar su figura pública. Opté por darle un tratamiento un poco más distante, alusivo y poético o de menor proporción de imágenes que de hechos. Es una novela que la sufrí y me costó trabajo en todos sentidos.
“Yo traté de retomar y reivindicar la figura de Charras porque conocía los hechos y sentía que era una obligación moral y que yo era la persona adecuada para hacerlo. Salvo en muy ligeras alusiones estoy al margen del texto, casi no externo opiniones y uso un recurso que ya había utilizado en muchos de los cuentos que es esa especie de descripción objetiva, sin introducción editorial, en donde se permite que cada lector vaya sacando sus propias conclusiones”.
Para Lara Zavala en esta época, el testimonio es importante pero tiene muchas limitaciones literarias y señala: “Después de De Zitilchén y Del mismo cielo, para algunas personas Charras representó una especie de retroceso en mi carrera porque decían que era menos literario, yo contemplo cada libro como un proyecto independiente, nunca he pensado en hacer una obra prousiana de muchos tomos y eso me dio la libertad de reinventar la península de Yucatán y no clavarme nada más en Zitilchén como podía ser Macondo, Delicias o Santa María, guardando las proporciones. Inventé esto porque es uan vertiente en mi búsqueda de orígenes. Yo decía con respecto a Charras que el escritor tiene también la necesidad de cambiar el mundo pero primero debemos preservar ciertas cosas; en Charras quiero preservar que este asesinato no quede en el olvido, iluminar, que se vea que esto es lo que ocurre en la política mexicana y luego cambiar el estado de las cosas, que los políticos sean medianamente sensibles a la hora de leer este libro, que se den cuenta que no pueden hacer o ejercer cierto tipo de acciones y quedar impunes.
“Es importante que la gente siga haciendo una labor de testimonio en términos narrativos porque en este momento, en nuestro país, hay muchas figuras, situaciones y circunstancias perdidas, por eso ha venido todo este repunte de la novela histórica que a mí me parece es la única manera de entender el presente para explicarnos el pasado.
“La novela testimonial, en muchos sentidos, para el lector moderno, le resulta mucho más atractiva porque tiene la sensación de que esta leyendo algo que fue cierto, cuando uno entra a la ficción sientes que ésta se queda muy por debajo de lo que está sucediendo realmente en el mundo y en la novela testimonial le dices al lector que lo que estás contando no lo inventaste sino que sucedió con toda su crudeza y violencia, será angustiante para el escritor ofrecer esos materiales de manera dosificada y literaria, no exquisita, pero sí de forma literaria para que el lector no pierda el interés”.
Al llevar a la ficción un suceso como fue Charras, existen numerosos retos los cuales tiene que superar el escritor quien, ante todo, no debe perder ni su objetivo ni la posibilidad de jugar con dos palabras: verdad y verosimilitud.
“Una de las delimitantes muy grandes al incursionar en una novela histórica o testimonial es que el argumento ya está dado de antemano, no tienes ninguna libertad de salvar a Charras, por ejemplo, en esto no sólo no hay final feliz sino que no hay final imprevisible. El final está dado por hecho, igual que la cuestión de los nombres al usarlos o no. Joaquín Armando Chacón me dijo “por qué no escribes la novela Charras con toda la libertad, que sea el motivo que inspire tu novela y que no se llame Charras sino de otra manera” pero yo no lo hice porque quería reivindicar la figura específica de esta persona utilizando todos los elementos existentes para esto.
“Efectivamente verdad y verosimilitud son dos elementos que en términos literarios no se contraponen sino que se complementan. Puedes decir la verdad sin ser verosimil y entonces sientes, en un momento dado, que un fragmento de un cuento o de una novela no pudo haber sido inventado sino que fue vivido y está muy bien puesto allí, eso es lo que siempre sucede, la combinación de un par de cosas y al revés, te cuentan una historia o una novela que es totalmente autobiográfica pero no logra esa sensación de verosimilitud”.
Recientemente Hernán Lara Zavala se involucró en un género olvidado y poco frecuentado como es el de la literatura infantil. La literatura escrita específicamente para los que serán los lectores potenciales del mañana: los niños.
Hernán comenta: “Honestamente cada vez estoy más convencido de que hay temperamentos diferentes para cada género. Casi ningún narrador es buen poeta y ningún poeta es buen narrador; a veces algunos poetas como Rilke, Lezama Lima o Villaurrutia se dan el lujo de escribir una novela que de inmediato reconoces que fue escrita por un poeta, en donde no les importa mucho las convenciones de espacio, tiempo, personajes, realismo o fantasía, siempre lo combinan de una manera arbitraria y si surgen grandes novelas yo las llamaría novelas de poeta.
“Pasa algo semejante con los narradores, muy pocos son buenos poetas, digamos Joyce es un poeta en sus libros de narrativa pero como poeta es menor, igual que Faulkner o que tantos otros. Tampoco se da mucho la combinación de un buen cuentista o narrador que además escriba para niños porque tienen que tener una mente especial. Uno de los libros de Juan Villoro que más me gusta es el que escribió para niños porque siento que tiene la frescura y la imaginación para hacerlo.
“Yo escribí un breve libro para niños que fue más bien un divertimento porque pensaba dedicárselo a mi hijo. Me ofrecieron escribir para niños y dije ¿por qué no mejor para jóvenes?, para mí los mejores libros para jóvenes se llaman Retrato del artista adolescente, La isla del tesoro, libros que no son juniors, ni obsequiosos con los niños, ni traen diminutivos y que les pueden mostar algo porque no ven a los niños como tontos y eso es una ventaja enorme”.
Los contemporáneos de Lara Zavala son los escritores, críticos, poetas que producen en estos momentos, son la generación que plantea sus propuestas estéticas en casi todos los ámbitos artísticos, ¿cómo ve Hernán Lara Zavala a esta generación proveniente del ahora mítico 1968?
“La generación a la que yo pertenezco nunca se vio como tal en más de un sentido: nos unió el 68. Teníamos 20 años e inquietudes que finalmente no cristalizaron; una de las cuestiones que identifican a nuestra generación es que no hubo ni una revista ni un proyecto cultural en común, ha habido personalidades aisladas como Jorge Aguilar Mora, Héctor Manjarrez, David Huerta… cuando nosotros hicimos una novela colectiva nos dimos cuenta que cada uno, independientemente, era mejor que todos juntos. A nosotros nos dejaron también a la deriva porque la generación previa a nosotros, Pitol, Ponce, Elizondo, nunca nos convocó… Juan García Ponce fue tal vez el único que de manera tardía quiso hacer una revista que se llamaba Diagonales, pero fracasó. Lo único que nos une, entonces, es ese espíritu de idealismo que tuvimos en el 68… nosotros amamos todo el cine de vanguardia: Visconti, Passolini, Antonioni, Fellini, el rock and roll que fue fundamental y lanza de José Agustín, el primer crítico de rock”.
Escritor de buena cepa, lector de autores ingleses, clásicos que han consolidado su visión y le han abierto nuevas perspectivas a su propio quehacer narrativo, Lara Zavala plantea su opinión sobre la ahora de moda literatura denominada “light” o “fácil”.
“Yo no estoy a favor ni en contra de una literatura difícil ni fácil, se debe hacer una literatura sin adjetivos porque si no te preguntarías si Chéjov es fácil o difícil, lo mismo que Cervantes… hay literatura aparentemente fácil pero es difícil en realidad y viceversa; una obra puede ser difícil por aburrida y por mala porque no tiene sentido, por eso creo que debemos apostar por una literatura a secas”.
Lara Zavala también da su opinión sobre la literatura escrita por mujeres, la cual, le comento, siento que aún no encuentra su propio camino, que sigue predominando la visión amplia del hombre escritor. Hernán señala: “Las mujeres a veces tienen una posición dual con respecto a la escritura femenina, lo ideal es que la mujer se libere de su género, el privilegio de cualquier escritor es que no tenga ni edad, ni sexo, ni género ni nada, si tu escribes una buena novela como Tolstoi o Flaubert sobre un personaje femenino, que sea tan válido como si lo hubiera escrito una mujer.
“Esta generación ha sido muy privilegiada con la mujer porque en la cultura hay una demanda de literatura femenina por cuestiones académicas, sociales, etc., pienso que en cierto modo también ha representado una desventaja el haber facilitado el camino de una manera gratuita… a lo mejor lo que les hace falta es un empujón de otro tipo, a mí me gustaría que Silvia Molina escribiera una novela más densa, más complicada, más estructurada de las que ha producido. En el caso de las escritoras en general a lo mejor el problema es más bien de ambición que de otra cosa, yo insisto en que la única prerrogativa del escritor en general es que puede jugar a hacer lo que quiera.
Finalmente Hernán Lara Zavala habla sobre sus próximos proyectos literarios:
“Voy a publicar un libro de cuentos, el cuento para mí ha sido todo un descubrimiento, es un género bello, poético, conciso y preciso. Me sigue interesando muchísimo y me considero más cuentista que otra cosa pero debo reconocer, a medida que me acerco a los 50, que tengo mucho interés en la novela. En esta novelita que estoy escribiendo, trato de marcar el paso de una generación del hermano mayor y menor, el cambio de creer en conceptos como el de la noviecita santa, casarse y ser felices… nuestra generación fue muchísimo más rebelde y aventurada y también estuvo más perdida porque nos dimos muchos golpes, por ejemplo el de la droga que resultó una salida en falso”.
“He terminado prácticamente el primer borrador de esta pequeña y modesta novela que tiene la intención de que la puedan leer los jóvenes, por eso la estoy haciendo ágil, interesante, no quiero que sea una novela descafeinada, dulzona, sino al contrario, un poco fuerte para la juventud… estoy evitando todas las groserías y todo parangón con la literatura de la onda, que no surjan muchas malas palabras para que un adolescente pueda a lo mejor hasta calentarse con algunas escenas pero que no lo vea con morbo. Yo quiero un sexo fino, un erotismo sutil que finalmente tiene todo el mundo, uno debe buscar otra cosa, hilar fino”.
Publicado en revista Literal. No. 23; Xalapa, Ver., septiembre-octubre 1994.
Hernán Lara Zavala. Nació en México, D.F., Cursó Ingeniería Industrial y Lengua y Literatura Modernas en la UNAM. Su tesis de maestría versó sobre Las novelas intercaladas en “El Quijote” (1977). Tras un posgrado (1979-1980) en la University of East-Anglia de Inglaterra, donde escribió una tesis sobre el novelista inglés Henry Green, ha ejercido la docencia y desempeñado puestos administrativos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Entre sus libros más importantes destacan: De Zitilchén 1981; El mismo cielo (Premio Latinoamericano de Narrativa Colima-INBA, para obra publicada 1987), entre otros.