Por José Alberto Sánchez Nava
“Cuando el pueblo clama por justicia, no necesita un juez obediente por elección. Necesita uno valiente por vocación. Y ese, en esta reforma, está en peligro de extinción.”
1.- Introducción. Hay datos que golpean más duro que una bofetada. La mayoría de los mexicanos no sabe cómo funciona el Poder Judicial. Y eso, en el México de hoy, es una tragedia anunciada.
2.-Confusión general sobre el Poder Judicial y percepción del ciudadano promedio
El 71% de la población dice conocer la división de poderes, pero más de la mitad cree que hay una jerarquía entre ellos. Muchos piensan que el presidente “manda” sobre la Suprema Corte. Así, sin rodeos. Para un país que se dice democrático, es alarmante que el 60% de sus ciudadanos crea que los ministros deben obedecer al Ejecutivo.
Peor aún: 35% de los mexicanos cree que los jueces investigan delitos, 44% piensa que reciben denuncias y 55% cree que persiguen delincuentes. Confunden jueces con policías. Jueces con fiscales. Justicia con fuerza bruta.
3.-Ignorancia estructural y desconexión con el sistema judicial. Aquí no se trata de un simple error académico: esta confusión tiene consecuencias reales y profundamente dolorosas, sobre todo para los que menos tienen.
-Piénsalo así-. Hoy, un mexicano en situación de pobreza extrema —que ni siquiera figura en las estadísticas del INEGI— puede acudir ante un juez de distrito porque necesita una medicina para su hijo enfermo. No es una exageración, es una realidad diaria. Muchos llegan con la ayuda de albergues, fundaciones, colegios de abogados comprometidos o por simple desesperación. Suplican que un juez federal les conceda una suspensión para obligar al Estado a cumplir su obligación constitucional de brindarle salud, vacunas, atención médica, seguridad social etc.
Ese juez de distrito, con su toga y su pluma, tiene en sus manos más poder del que creemos para concedernos esa suspensión en la que obligue al Estado a proveer de atención médica o algún medicamento al más necesitado. Pero, si ese juez llegó ahí por elección popular, bajo la sombra de un presidente omnipresente, sin independencia, sin carrera judicial, sin vocación, ¿a quién va a obedecer cuando llegue el momento de proteger a los olvidados de este país?
La reforma judicial propuesta y defendida por el gobierno no es entendida ni por la mitad de quienes la apoyan. Más del 50% cree que servirá solo para “sacar jueces corruptos”, como si fuera una escoba mágica. Nadie les ha explicado que eliminar la independencia judicial no limpia, ensucia. Que elegir jueces con votos manipulados por propaganda es cavar la tumba del contrapeso de poder más importante en una democracia.
4.-Impacto real sobre las clases más desprotegidas y traición al principio de justicia
¿Cómo puede el pueblo votar con conciencia por jueces de distrito si solo el 9% puede mencionar espontáneamente un tribunal de circuito o juzgado federal? ¿Cómo exigir justicia si el 95% jamás ha pisado un tribunal?
La ignorancia jurídica es un arma que mata lento, pero mata. Especialmente a los más pobres.
6.-Reflexión final. Los ministros y jueces deben ser un contrapeso, no un apéndice presidencial. Un juez sometido por el poder Ejecutivo es una amenaza para la madre que pide una quimioterapia, para el campesino que exige una pensión, para el niño que necesita una vacuna. Ese juez que hoy te pide tu voto, mañana podría negarte el amparo, no por falta de ley, sino por temor a perder su cargo. Porque en un sistema donde el Poder Judicial es electo por popularidad y no por mérito, lo primero que se sacrifica es la valentía de defender a los más vulnerables porque para obtener su cargo hipoteco su honor su independencia y su formación en una carrera judicial.
Y aquí está la ironía perversa: el mismo pueblo que hoy grita “¡que se vayan los corruptos!” será quien mañana, en la hora más crítica, se topará con una justicia muda, domesticada, incapaz de enfrentar al Estado.
Una justicia así no es justicia, es subordinación disfrazada de legalidad. Y como siempre, los primeros en caer serán los más olvidados. Cuando el pueblo clama por justicia, no necesita un juez obediente por elección. Necesita uno valiente por vocación. Y ese, en esta reforma, está en peligro de extinción.