LATITUD MEGALÓPOLIS
- DE VERAS, COMO EL TIO LOLO
Armando Ríos Ruiz
Nunca nuestros políticos fueron tan pen… santes, como hoy. Entretenidos en las tareas que mueven su corazón para continuar pegados a una forma de vida regalada con el mínimo esfuerzo. Por ejemplo, emitir juicios ante los medios, para generar aplausos a favor y sobre temas muy importantes, pero con la ligereza de la palabra que no ayuda y que semeja que lo hace. Aunque es necesario ser medio retrasado para pensar en alguna genialidad de los emitentes.
Ricardo Monreal es la revelación a partir del sexenio pasado. Anteriormente era calificado de diversas formas. Desde político destacado. Vencedor. Inteligente. Preparado.
Conocedor, hasta delincuente de alta escuela. Pero se impuso a su distinguida personalidad, la opaca y desgarbada del Presidente oriundo de la república Macuspana, quien lo reveló como un lacayo más. Por doblarlo, como ahora se dice entre militantes de esa actividad y reducirlo a hipócrita sirviente.
Colegimos que su cambio de actitud obedece a su sueño de convertirse en el próximo mandamás de México. Debe hacer lo indecible para encontrar un resquicio que le permita rebasar al número uno en la fila, o al hijo del peor destructor del país que ha pisado la Primera Magistratura. Como suelen decir en el gremio: de aquí al 2030 muchas cosas pueden pasar.
A raíz de los hechos en la Feria del Caballo en Texcoco, que terminó en un acentuado descontento de los asistentes cuando un cantante se negó a interpretar narco corridos y acabó con el destrozo del escenario, se suscitaron diversas reacciones entre la clase política mexicana. Todas con tendencia a darle por su lado a los mexicanos. La Presidenta dijo que no tenía nada en contra de ese tipo de canciones.
Seguramente piensa que son del gusto de las mayorías.
Luego manifestó con palabras arrancadas de las mismas dendritas de su maestro, el de los abrazos a los delincuentes porque iba a la raíz del problema:
“Lo que estamos planteando es que las letras no hagan apología de las drogas, de la violencia contra las mujeres o de ver a una mujer como un objeto sexual. Todo esto es parte de que queremos, que se haga una conciencia de los corridos…”
Eso y nada es exactamente lo mismo. No ayuda un miligramo siquiera. Lo único que revela es un apego a su bienhechor, porque es únicamente emitir una declaración sin sentido y sin contenido estructurado con claridad mental. Es algo que debe haberse antojado inteligente y lo soltó como la gran solución. Por eso surgió inmediatamente la contra. La del zacatecano Monreal.
El diputado anunció una iniciativa que busca imponer sanciones a los apologistas del delito en producciones culturales y que seguramente será aprobada en estos días. ¿Qué busca? Lo mismo que la inmensa mayoría que milita en diferentes organismos políticos, pero que apunta al 2030: notoriedad.
Eso tampoco servirá. No podría tener en ningún lugar del mundo un efecto que acabe o que siquiera disminuya un poquito la delincuencia. El que propone lo sabe. Pero también sabe que una cantidad enorme de mexicanos no digiere la propuesta. Que los que alcanzan a pensar un poco sólo la ven como un bulto informe que puede significar algo. Sin atinar a una distancia lejana a la realidad.
La única forma de acabar con la delincuencia es con embestidas frontales semejantes a las que ésta utiliza para intimidar y someter a la población inerme. Lo dice la historia. Lo demás, valga la comparación de tantos ejemplos que vienen a mi memoria, es como el trabajo de la Real Academia de la Lengua, de dar un giro diferente al sentido de algunas palabras, para justificar su trabajo.
Bien vale la pena escuchar una intervención grabada de Héctor de Maulón, conocedor de estos temas, quien agregó una serie de elementos probatorios de que estas prohibiciones, que se han hecho desde el siglo pasado, no lograron absolutamente nada. Monreal busca ubicarse en las preferencias de los mexicanos como hombre que sabe. Conocedor del Derecho. Culto e inteligente. Pero estas propuestas y las de la Presidenta, son detestables por ligeras.
Ariosruiz@gmail.com