Juan Luis Parra
Humberto Padgett no se fue del periodismo. Lo empujaron.
Y el que ayudó a darle la patada final no fue un narco ni un funcionario corrupto. Fue su jefe. Ciro Gómez Leyva.
El periodista que durante años se metió en lugares controlados por el crimen y se jugó el pellejo para exhibir nuestra realidad, hoy está solo. Abandonado por las instituciones, sí, pero también por el medio que lo usó como insignia de “periodismo valiente” mientras fue útil.
Padgett fue asaltado en Michoacán en septiembre de 2024. Días después, entregó la ubicación exacta de los responsables gracias a los AirTags que seguían activos. ¿Resultado? Nadie se movió. La Fiscalía lo ignoró, el “Mecanismo de Protección” se hizo el sordo y ahora comentó que hasta comenzaron a tomarle fotos a su casa.
La omisión fue tan burda que rozó la complicidad.
Pero lo más indignante no vino del gobierno. Vino del silencio. Del silencio de Ciro Gómez Leyva. El mismo que exige justicia cada vez que la violencia toca su puerta, no dijo nada cuando tocó la de su reportero. Bueno, sí dijo algo: que su queja lo convertía en una renuncia.
Así, sin apoyo y sin chaleco antibalas, que es lo que pedía Padgett a Ciro. Un recorte administrativo más.
En X/Twitter el 21 de abril, Padgett publicó:
Tras más de seis meses en que hasta el quirófano entré por un problema de corazón conocido por mi ex jefe, sin un peso de liquidación porque mi queja me la convirtió Ciro en renuncia, sigo sin chaleco antibalas.
Repito: prefiero dejar el periodismo a ser Lord Molécula o cómplice de @ArturoZaldivarL.
Si me tocan a mi familia, fueron Ustedes, gobierno y sus cómplices acomodados bebiendo cañitas y no sufriendo la caña de ser un periodista raso en México, en México, en México.
¿Dónde quedó la solidaridad gremial? ¿Dónde el respeto por quien arriesgó la vida en nombre de la nota? ¿Qué se hace con un periodista incómodo que ya no “conviene”? Se le borra. Se le deja fuera.
En sus propias palabras, Padgett prefiere dejar el periodismo a volverse Lord Molécula. Y no lo culpo.
Ciro decidió. Eligió la comodidad. Eligió callar.
Y así, otra pieza del verdadero periodismo se desintegra, no por balas, sino por traición.
¿Sheinbaum se puso bótox?
La mañanera de ayer dejó a medio Twitter haciendo zoom a la cara de Claudia Sheinbaum. Que si se le veía hinchada, rara, plástica. Que si se hizo un arreglo, que si se inyectó bótox.
A falta de respuestas políticas, el país se entretiene leyendo arrugas.
Aunque, a decir verdad, no parecía recién retocada. Parecía que había llorado. Como si algo la hubiese sacudido justo antes de salir al escenario.
Y si se operó, bien por ella. Ahí está Alito, que ya parece más influencer que líder partidista.
Total, mientras la piel luzca tersa, que se note lo menos la tensión.