Joel Hernández Santiago
Así como ocurrió durante la etapa armada de la Revolución Mexicana a principios del siglo XX, cuando para huir de la violencia y proteger a la familia, salieron del país aproximadamente un millón de mexicanos para refugiarse en Estados Unidos (Luis González y González, cit).
Hoy mismo, por diversos factores, como son la violencia criminal que azota a distintos estados y comunidades del país, o la falta de alicientes para el trabajo, para la educación, la salud; la falta de oportunidades en el campo –hoy casi desahuciado-, la industria, los servicios… la falta de seguridad… y tanto más, por todo ello miles de mexicanos salen hacia Estados Unidos cada año.
La mayoría de quienes salen lo hacen para buscar una vida mejor –si esto es posible-, son jóvenes, ya solos o con su familia. Lo hacen a pesar de todo peligro. A pesar de riesgos insospechados. A pesar de racismo, de odios, de las amenazas recientes del presidente de EUA, Donald J. Trump y su furiosa persecución en contra de los migrantes que llegan a su país, sobre todo si provienen de México, Centro y Sudamérica.
Son ellos los que llegan estados de la Unión Americana a donde acuden a trabajar, a esforzarse, a hacer trabajos dignos con frecuencia extremadamente laboriosos y de dura catadura.
A lo largo y ancho del país del norte hay mexicanos que viven y trabajan con mucho esfuerzo, con una enorme ilusión de sacar adelante a su familia en México. Ellos, con mucha frecuencia y con toda dignidad, hacen los trabajos que los estadounidenses no quieren hacer.
Quieren rescatar a su familia de la pobreza. De la misma precariedad y falta de alicientes que los llevaron a migrar hacia el norte. Quieren otra vida para ellos y su familia, en vida o muerte (se sabe que miles de oaxaqueños que viven y mueren en el extranjero piden ser traídos a sus pueblos de origen para ser enterrados aquí.).
Y trabajan-trabajan-trabajan muy duro. Entre los agricultores, industriales o servicios se sabe que los mexicanos son grandes trabajadores, esforzados, disciplinados y ahorradores.
Porque reciben su paga y la guardan. La juntan, se dice. La quieren para comprar lo más elemental allá y vivir con cierto decoro, pero la mayor parte del resultado de su trabajo, “del sudor de su frente” está en resguardo para ser enviado, de tiempo en tiempo a sus familias en México.
Y en cuanto tienen acumulado una cantidad razonable, van a las agencias de envío de divisas para que llegue a su familia en distintos estados de la República: Zacatecas, Michoacán, Puebla, Guanajuato, Oaxaca y tantos más estados que son beneficiarios de los millones de dólares que a lo largo de cada año llegan para solucionar lo que los gobiernos no pueden o no quieren solucionar:
Mejorar la vida de la gente. Aunque la pobreza es capital político y electoral, “así que mejor que sigan pobres”, se dice entre dientes desde el gobierno federal, estatales o municipales.
Lo importante para estos gobiernos es que lleguen divisas millonarias, esas que tanto presumía el ex presidente López Obrador, como si hubiera sido un triunfo de su gobierno, sin reparar que en realidad es un fracaso de políticas públicas, que no supieron y no saben retener en México toda esa fuerza y riqueza de trabajo.
Según cifras estimadas por el “Anuario de Migración y Remesas México”, publicado en diciembre de 2024 y realizado por el Consejo Nacional de población de México, BBVA Research y Fundación BBVA a México, estima que hay 39.9 millones de personas de origen mexicano en EUA.
Cifra que coincide con los estudios realizados por el “Migration Policy Institute”, el “Pew Research Center” y el “American Immigration Council” que también han realizado estudios y estimaciones sobre la población mexicana en EUA, con números que se aproximan a esta cifra.
Así que en 2024 los flujos de remesas a México, resultado del trabajo mexicano en EUA, ascendieron a 64 mil 745 millones de dólares, monto equivalente a 3.5 por ciento del PIB nacional.
‘Durante 2024, el 99.1 por ciento del total de los ingresos por remesas se realizó a través de transferencias electrónicas, lo cual quiere decir que es un mercado totalmente regulado y transparente’.
Y se estima que en 2025 los migrantes mexicanos en EUA enviarán al menos 65 mil millones de dólares a cerca de 4.5 millones de familias en México, donde al menos hay dos adultos beneficiarios de estos recursos y en la mayoría de los hogares lo administra la mujer de la casa. Son lo que se dijera desde La Mañanera-AMLO: “las benditas remesas”.
Pero hoy el gobierno de Donald J. Trump, en su enorme avaricia, ambición y arrogancia, ha sugerido desde el grupo republicano de la Cámara de Representantes, que a los envíos de estas remesas les sea aplicado un 5 por ciento de impuesto por transferencia…
Lo que en términos económicos sería una aberración porque, ciertamente, los trabajadores mexicanos en EUA, con documentos de trabajo o sin ellos, pagan impuestos en toda operación, actividad o transacción laboral y de consumo.
Esta riqueza que es sólo de los trabajadores está a punto de ser mutilada, dañando a las familias mexicanas que esperan estos recursos, dañando a la economía de los trabajadores, y dañando a México en tanto la llegada de remesas millonarias.
El gobierno mexicano que pregona el apoyo a los trabajadores mexicanos en EUA debería defenderlos con alicientes laborales, trabajo, campo, industria, servicio, en México para que no tuvieran que salir y para que esa riqueza se genere en México, para todos los mexicanos.