Pablo Gato
¿Tiene un país el derecho a decidir quién entra a ese país y quién no?
Sin duda.
El problema con EE.UU. es que, a efectos prácticos, las autoridades han permitido durante décadas entrar y quedarse en EE.UU. a millones de indocumentados.
El motivo es claro: necesitan mano de obra barata. Las autoridades saben perfectamente donde están esos indocumentados. Solo tienen que ir a buscarlos en las labores que nadie más quiere hacer en EE.UU., como por ejemplo recoger cosechas en el campo.
Multitud de granjeros estadounidenses han ofrecido esos puestos de trabajo con salarios más altos y prácticamente nadie acude. El estadounidense no quiere ese tipo de trabajos.
Son demasiado duros. Recoger cosechas en california bajo un sol infernal o reparar calles en invierno en chicago bajo un frio siberiano no son trabajos a los que aspira el estadounidense medio.
Por eso están aquí esos indocumentados. Y las autoridades lo han permitido. Esa es la realidad. Hacen redadas de vez en cuando, pero se permite porque saben que esas millones de personas son esenciales para la economía.
También hubieran podido remediarlo poniendo multas históricas a los empresarios que contraten a indocumentados, pero jamás lo han hecho por el mismo motivo.
Y a los empresarios les interesa tener millones de indocumentados trabajando porque son personas a las que les pueden pagar menos y no tener los derechos laborales de cualquier otro trabajador en el país simple y llanamente porque no pueden protestar a las autoridades. Serian deportados.
Es una sub clase de trabajadores baratos que a muchos empresarios les interesa tener. Y a pesar de ser indocumentados, pagan impuestos. Esa es la realidad.
No tiene ningún sentido que una persona trabaje en EE.UU. durante décadas, ya tenga familia aquí (incluida muchas veces una pareja ciudadana de EE.UU. e hijos ya nacidos en este país) y no tenga ningún tipo de record criminal más allá de ser indocumentado pero que no se le permita ya trabajar legalmente en el país. Es una política explotadora e hipócrita. No lo dejes entrar.
Niégale la entrada o expúlsalo cuando aún es recién llegado, pero no puedes permitirle quedarse aquí y al cabo de tres décadas amenazarlo con redadas y expulsiones hostiles del país.
Y así es como viven ellos: salen cada día de su casa para trabajar honradamente, pero no saben si por la noche estarán en sus casas de nuevo junto a sus familias o bien fueron deportados a sus países de origen.
Eso es romper una familia sin ningún tipo de escrúpulos.
Es decir, usas a esos millones de personas a tu conveniencia durante décadas sin permitirles legalizarse, pero cuando cambia el viento político, los deportas sin titubeos.
Tienen todas sus vidas hechas en este país, pero un día se ven esposados, dentro de un vehículo y camino al aeropuerto para después ser expulsados de EE.UU.
Y sus familias y vidas se quedan detrás.
Lo dicho, es una política hipócrita.
No podemos sorpréndenos si sus comunidades están en contra de esas deportaciones y se sienten atacadas por las mismas.
Trump cancela el parole humanitario para nicaragüenses, cubanos, venezolanos y haitianos.
Más de medio millón de personas tendrán que regresar a sus países. Paradójicamente, los cubanos y los venezolanos fueron dos grupos que prestaron gran apoyo a Trump para regresar a la casa blanca.
EE.UU., irreconocible.
Un senador de los estados unidos, sacado a empujones de una conferencia de prensa por querer hacer una pregunta a la secretaria de seguridad nacional. Jamás en mi vida he visto en los EE.UU. que sacaran a empujones a un senador de un acto. Fue tirado al suelo y esposado. Inédito. Una muestra más que clara de la actual división del país.