El Ágora
Octavio Campos Ortiz
Paradoja de la política mexicana. El PRI se mantuvo en el poder por casi 80 años, durante los cuales institucionalizó al país y mantuvo férreo control gubernamental de las elecciones. Fue ese mismo partido el que posibilitó el arribo de la entonces oposición al Congreso e incluso “concertacedió” algunas gubernaturas. La propia creación de Plutarco Elías Calles supo que era necesaria la participación de fuerzas antagónicas, aun dentro del tricolor con cualquiera de sus siglas, para sostener un sistema democrático.
Ni el candidato sin oposición -José López Portillo-, ni el triunfo del voto del miedo -Colosio-, han fortalecido al partido en el poder. La Reforma Política de Jesús Reyes Heroles permitió que la izquierda y otras corrientes accedieran a las Cámaras a través de la representación proporcional.
Paradójicamente, hoy, la autonombrada 4T emula lo más reaccionario y retrógrado del PRI; su totalitarismo mesiánico sepulta el juego democrático, el pluripartidismo, la sana oposición, la ciudadanización electoral y busca el empoderamiento perenne del partido único, sin que otras corrientes ideológicas cuenten con representantes populares. Pretenden regresar al control de los comicios como ocurría con el viejo Revolucionario Institucional a través de la Comisión Federal Electoral presidida por el titular de Gobernación –“la mano que no se ve, pero se siente”-, y con un notario público que fungía o fingía como secretario técnico de la CFE con voto de calidad cuando se empataba la votación.
La inquilina de Palacio Nacional enviará una iniciativa de reforma -que será aprobada por el abyecto Congreso sin quitarle ni una coma-, la cual busca el control del árbitro electoral -nueva CFE-, desaparecer la representación proporcional, disminuir el financiamiento a los partidos políticos -quién le dijo a la presidente que la democracia es barata-, y organizar los comicios de todo el país con consejeros y magistrados a modo que “resolverán” las inconformidades en el proceso comicial. De regreso a las elecciones de Estado.
Durante el periodo postrevolucionario y con los presidentes civiles, las luchas internas y los levantamientos opositores se resolvían con los asesinatos de los candidatos y la represión de sus simpatizantes. Así fue con el propio Álvaro Obregón, Francisco Serrano, Juan Andrew Almazán, Saturnino Cedillo y Miguel Hernández Guzmán, entre otros. Ahora, la autonombrada 4T regresa a la represión de los opositores y con el patrocinio del crimen organizado se incrementó la violencia política.
Durante esta administración al menos han matado a ocho alcaldes, uno cada mes; con su antecesor asesinaron a un presidente municipal cada tres meses. Parte de la connivencia de las autoridades con los cárteles se reflejó en los crímenes cometidos contra candidatos a cargos de elección popular durante los procesos de 2021 y 2024. Con la eliminación de opositores y las renuncias de aspirantes a alguna elegibilidad por miedo, más la organización electoral gubernamental y el financiamiento ilícito de las campañas, las mafias impondrán autoridades o las nuevas burguesías se constituirán en junta de notables.
Morena, que en sus genes lleva el espíritu más antidemocrático, populista y corrupto del PRI, quiere regresar a la época dorada de los regímenes del siglo XX, donde mediante el dedazo presidencial se impondrán candidatos ganadores, se gobernará sin oposición legislativa, sin jueces que sancionen los abusos de poder y el ejercicio casi monárquico del presidencialismo.
Dependerá de la voluntad ciudadana el no permitir ello. La sociedad demostró su hartazgo al partido hegemónico y lo sacó de Los Pinos, pero obnubilada, hoy legitima a sus verdugos, quienes le impiden el acceso a un mejor nivel de vida y la condenan a la pobreza eterna. El voto, con la nueva CFE, deja de ser útil porque les impondrán a sus representantes. No nos equivoquemos, el sufragio no siempre es garantía de democracia, Hitler llegó al Reich mediante las urnas. La paradoja es que los populistas quieren ser como el viejo PRI.