DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Para los distintos partidos políticos nacionales, la democracia llegó con ellos, aunque siquiera reconocen que no fueron ellos los inventores de tal término y lo remontan a los griegos.
Cuando ganan lo atribuyen a la democracia, cuando pierden a un brutal fraude. Todos son iguales, sin distingo de ideologías o siglas.
Durante el largo período priista se consideró inexistente la democracia, sobre todo por aquellos fraudes patrióticos de los años 70 y 80, algo que nos remonta a un lugar común, por la similitud, con lo sucedido el pasado primero de junio.
Los gritos, argumentos, reclamos e impugnaciones de los perdedores son ahogados por la estridencia de la victoria
Todos los partidos ganadores de la elección presidencial se consideran demócratas y aducen que con su victoria se instauró la democracia.
Así fue con Vicente Fox Quesada en 2000, Felipe Calderón Hinojosa en 2006, Enrique Peña Nieto en 2012, Andrés Manuel López Obrador en 2018 y Claudia Sheinbaum Pardo en 2024.
Tomando en consideración los triunfos presidenciales desde el arribo del nuevo siglo se advierte que la democracia si funciona en México y que los triunfos de unos y otros se respetan, con todo y sus asegunes.
En el año dos mil ganó el panista Fox Quesada, seis años después se repitió la victoria del PAN, en 2012 recuperó el gobierno federal el priismo y en dos mil 18 y 24 MORENA un nuevo partido político salió victorioso.
Entonces se podría decir que México es un país demócrata, donde la alternancia se presenta con alguna frecuencia, pues sí. El problema es que los participantes juegan a la democracia, pero no la practican.
De los cinco ganadores, solamente la victoria de Fox y de AMLO no fueron impugnadas, aunque después los priistas derrotados salieron a decir que el entonces Presidente Zedillo entregó el triunfo al panista Vicente Fox, para pasar a la historia como un demócrata.
Los triunfos del panista Calderón y el priista Peña fueron impugnados por el candidato derrotado, López Obrador.
Sin embargo, los competidores no cuestionaron la victoria de AMLO, pero si lo hicieron con la de Sheinbaum, que ganó ampliamente.
Pero eso es en el entorno de la elección presidencial. Donde se cuestiona más son los comicios por gobiernos estatales, en los que nadie queda conforme, sin importar la diferencia entre el ganador y los perdedores.
Para los derrotados siempre queda el recurso de prácticas antidemocráticas que van desde abuso de dinero, ayudas sospechosas, relleno de urnas, escasa presencia de observadores. Todo resulta cuestionable, aunque no el hecho de que su candidato o candidata simplemente no generó el consenso necesario para ganar.
Con todo y ello, México opera como un país demócrata ante el mundo, aunque en lo interno se cuestiona ese término.
La reciente elección judicial que tuvo poca afluencia en las urnas fue impugnada por el uso de acordeones en los que se invitaba a los ciudadanos a votar por los ahí señalados.
Esa práctica novedosa, así como el acarreo de votantes hacen recordar aquellos años del priato, en que la operación tamal consisía en un desayuno de ese alimento para los votantes que eran encauzados para votar por el partido gobernante.
Son viejas tácticas que parece nunca desaparecerán del sistema político mexicano y que fueron inventadas por un partido para el usufructo de los demás.
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La presidenta Claudia Sheinbaum se regodea con el nombramiento de Hugo López Gatell como representante de México ante la OMS y dice que fue ella y nadie más quien lo designó. Es un reconocimiento para su viejo camarada de lucha universitaria
Email: ramonzurita44@hotmail.com
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