José Luis Parra
En 2014, que alguien propusiera geolocalizar a un ciudadano sin orden judicial era un hereje. Hoy es un patriota. Entonces se hablaba de espionaje; ahora, de seguridad. Hace once años, la entonces diputada Luisa María Alcalde y el senador Ricardo Monreal denunciaban, con tono indignado, el riesgo de autorizar que las autoridades accedieran a la ubicación de cualquier persona sin pasar por un juez. El argumento era sólido: “Es un insulto a la inteligencia ciudadana”, dijo ella, con voz firme y gesto adusto.
Pero ayer… votaron a favor.
Es la nueva estética de la traición política: se le llama pragmatismo.
Ahora resulta que el mismo mecanismo que rechazaron por “autoritarismo” y “espionaje” es promovido con entusiasmo desde el oficialismo. Las leyes recién aprobadas otorgan al Gobierno la facultad de acceder en tiempo real a la ubicación de cualquier ciudadano, sin orden judicial, sin investigación previa, sin pudor.
Y no sólo eso. También pueden revisar registros públicos y privados —de salud, bancarios, catastrales, telefónicos— porque dicen que quieren generar “productos de inteligencia”. Como si fuéramos ganado etiquetado. La CURP, ahora con huellas y foto, se convertirá en documento obligatorio para todo: desde comprar en Amazon hasta pedir una pizza.
La oposición, esa figura en vías de extinción, grita “Estado espía”. Y aunque muchas veces exageran, en esta no suena tan descabellado. Porque si alguien puede espiarte sin pedir permiso, ¿cómo le llamamos a eso? ¿Cuidado parental? ¿Protección extendida del Estado?
Rubén Moreira, con verbo punzante, lo resumió: “Un burócrata convertido en espía podrá conocer desde el iris del ojo hasta tu paradero a cada minuto”. Con eso y un buen software, los narcos pronto sabrán más de nosotros que el SAT.
¿Y qué dice el oficialismo? Que no es espionaje, que es por nuestra seguridad. Que no hay que confundirnos. Que no se preocupen los ciudadanos decentes. Exacto: los mismos que ayer se escandalizaban por la intervención del Estado en las telecomunicaciones, hoy lo justifican con una sonrisa patriótica.
La ley ahora es retrovisor. Lo que antes era traición hoy es justicia. Lo que ayer era insulto, hoy es avance. Lo que antes era Peña Nieto, ahora es 4T. Y todo, al parecer, es por nuestro bien.
Vaya forma de cuidarnos.