José Luis Parra
El juego ya no es de poder, sino de supervivencia. México arde en su propia combustión, mientras desde el norte soplan vientos de guerra. No es metáfora. Es literal.
El New York Times lo dejó claro: Donald Trump ya dio la orden. El Pentágono debe prepararse para atacar a los cárteles de la droga en territorio mexicano. En corto: una operación militar unilateral, en suelo nacional, sin pedir permiso y sin decir “con su permiso”.
El gobierno de Claudia Sheinbaum, que apenas ajusta el asiento, amaneció con una de sus peores pesadillas: la reencarnación de Trump como sheriff hemisférico con derecho de picaporte. Y con ella, la amenaza de ver sobrevolar drones gringos sobre Culiacán o Matamoros. Todo en nombre del fentanilo, claro.
Pero no se engañe, esto no empezó hoy. Ni ayer. Ni siquiera con la reelección de Trump. Empezó cuando México decidió volverse territorio sin soberanía efectiva, donde los muertos se cuentan por decenas cada semana, donde los gobernadores se pasean por ferias extranjeras mientras sus estados se vacían de población por miedo.
Y mientras tanto, en Palacio Nacional ya hacen cálculos. Que si el regreso de AMLO en 2030. Que si el cuerpo le da. Que si la Constitución puede estirarse otro poquito. Que si Claudia, la presidenta, cede gustosa la estafeta. Sí, eso está sobre la mesa. Y no como chiste.
Si no hay candidato para 2030, el pasado reciente puede pedir una reelección futura. Nada nuevo bajo el sol de Macuspana.
El mensaje del Tío Sam es claro: si ustedes no limpian la casa, lo hará el ejército más poderoso del mundo. Y por si había dudas, el NYT publica que ya hay papeles firmados. Secretos, pero firmados.
¿Quién manda en esta novela de horror? ¿La DEA? ¿El Pentágono? ¿El narco? ¿La Guardia Nacional? ¿AMLO todavía? ¿Claudia ya?
O peor aún: ¿nadie?
La presidenta mexicana dijo este viernes que no hay nada que temer. Que la orden secreta “tiene que ver con su país”. Es decir, que es como un berrinche que no pasará de su frontera. Ajá.
Como el Muro. Como la política arancelaria. Como las redadas de migrantes. Como los gringos armando a media Latinoamérica. Todo “de allá pa’ allá”. Hasta que cruzan.
Y mientras Sheinbaum ensaya su papel de estadista en formación, en el Congreso ya afinan las reformas para el nuevo régimen. Que si desaparece el INE, que si se extinguen los autónomos, que si se militariza hasta el clima. ¿De verdad alguien cree que esto es normal? ¿O sólo estamos fingiendo que lo es, por miedo o por costumbre?
Porque, aunque los discursos digan lo contrario, el país se nos está yendo. Se va entre atentados, silencios, reformas exprés, advertencias desde Washington, y un narcoempoderamiento que ni se disimula ya.
Hoy, el mayor riesgo no es el narco. Es la narrativa oficial que lo niega.
Hoy, el verdadero enemigo no es Trump. Es la idea de que no puede volver a hacerlo.
Y mientras tanto, nos preguntamos si el próximo comandante en jefe de las fuerzas armadas mexicanas será un general… o un expresidente.
Que alguien pida el bisturí. Esto hay que cortarlo de raíz.