El camino para consolidar el Estado Mexicano ha sido sinuoso y no ha estado exento de sobresaltos. La propia Guerra de Independencia, llamada por muchos historiadores con tino la Revolución de Independencia, fue un periodo de luces y sombras.
Si bien es cierto que la nación mexicana se liberó y surgieron figuras inmortales para los mexicanos como el general Morelos, también lo es, que la guerra dejó a un territorio inmensamente rico en quiebra y que la lucha tuvo más visos de guerra civil que de extranjera. No en vano hubo españoles luchando por la independencia y mexicanos bajo las banderas del rey.
Alcanzada la independencia, las jornadas se tornaron más graves, el imperio de Iturbide fue efímero y débil, incluso Vicente Riva Palacio, nieto por línea materna de Vicente Guerrero, censuró la innecesaria ejecución de Iturbide como una mancha vergonzosa para la naciente patria.
Otra de las mentes brillantes de la Gran Década Nacional, Guillermo Prieto, con ironía, pero no sin verdad, censuró certero, que las generaciones de criollos a cargo de la conducción del naciente país, se convirtieron en los nuevos gachupines.
Emanciparnos de España, no garantizó la soberanía del México independiente, si bien hubo un intento de reconquista en 1829, para 1836 se signó el Tratado de Santa María-Calatrava que selló la concordia hispano mexicana y el reconocimiento de la corona española a nuestra independencia. Sin embargo, ahora el peligro estaba en otras potencias. José Emilio Pacheco escribió que México se inspiró en los ideales libertarios de Estados Unidos y Francia para independizarse, y que ambas naciones, en cambio nos correspondieron con agresiones militares y mutilaciones territoriales.
Francia nos atacó en 1838 e invadió en 1862, actualmente ocupa el territorio mexicano de la Isla de Clipperton. Estados Unidos a su vez, nos ha invadido en 1847, 1914 y 1916. Nos arrebató también los territorios al norte del Río Bravo. A pesar de nuestra obligada vecindad, la relación bilateral con el vecino del norte ha tenido altibajos y hoy desafortunadamente no cruza su mejor momento, destacando la actual retórica anti mexicana y los amagos del Presidente Trump.
Estos amagos, han derivado por una lado en la pericia de la Presidenta Sheinbaum para “torear” a su homólogo estadounidense, o bien como lo han señalado algunos trascendidos publicados por periodistas como Salvador García Soto, en el sentido de que la figura de Claudia sube ante Washington y que la de López Obrador en cambio va a la baja. Lo anterior lo fundan en varias señales como difusión de las fotografías del junior Andy a cuerpo de rey en Tokio, o de Mario Delgado en Lisboa, departiendo en sitios, que hace años jamás hubiera siquiera imaginado conocer.
Ahora es un tema muy preocupante para México la orden de Trump para atacar de manera unilateral a los carteles en sus propios territorios. Si bien es cierto que los carteles no merecen consideración alguna, abatirlos dentro de nuestras fronteras es potestad que solo corresponde única y exclusivamente, desde la perspectiva militar a nuestras Fuerzas Armadas y Guardia Nacional.
Pero lo singular no es solo que soldados, marinos, aviadores y guardias nacionales combatan a los enemigos actuales de México, sino que existe otro enemigo silencioso en la retaguardia, que si bien no enfrenta nuestras tropas de manera directa, si abona a los riesgos internos y externos a los que hoy se encuentra sometida la nación mexicana.
La Presidenta de la República puede ser una mujer inteligente y comprometida. Puede ser también, congruente con su estilo de vida y de gobernar, pero todo ello de nada servirá, si no se acotan los excesos y la corrupción en la clase gobernante.
También será estéril el sacrificio de quienes ofrendan su sangre por México, si la voracidad de quienes gobiernan no sirve sino solo para azuzar y justificar la retórica del Presidente Trump.
Grave también lo es, que se censure a la prensa por la vía judicial. En suma, México no puede darse el lujo de permitirse el daño que ocasionan los señalamientos a Adán Augusto con su antiguo jefe policial o a los hijos del expresidente envueltos en una nube de cuestionamientos sobre nepotismo y tráfico de influencias. Incluso los excesos de los cuales la prensa da cuenta con precisión sobre los lujos que ostentan la diputada Dato Protegido y su marrullero cónyuge.
Todo lo anterior no solo nos lastima como sociedad, nos hace retroceder en vez de avanzar, pero lo más riesgoso de todo lo anterior, es que significa echar gasolina al fuego, en un momento en que incluso se compromete la sagrada soberanía e integridad territorial de México.