Ricardo Del Muro / Austral
Ha transcurrido más de medio siglo (56 años) desde que se celebró el mítico festival de Woodstock en agosto de 1969, un evento – “tres días de paz y música” – que definió a la generación hippie: “Antipolíticos más que apolíticos”, como los describió Margaret Randall (1969), quien dijo: “de ninguna manera (fueron) rebeldes”, pero abandonaron el American Way of Life, rechazando la guerra, el consumismo y la rigidez social, en una vida contemplativa que se resumía en la frase: amor y paz.
Durante tres días, del 15 al 18 de agosto de 1969, bajo una intensa lluvia, miles de jóvenes – más de 500 mil según algunas estimaciones – se reunieron en una granja, conocida como Max Yasgur´s farm, ubicada en Bethel, Nueva York, que está en el Registro Nacional de Lugares Históricos de Estados Unidos, donde se realizó el concierto de rock que para muchos es el más famoso de todos los tiempos.
Ya sea por el documental de 1970 dirigido por Michael Wadleigh y editado por Martin Scorsese, donde aparece la legendaria interpretación de “Star-Spangled Banner” de Jimi Hendrix o por los emblemáticos logos de la paz, la paloma y la guitarra, este lugar situado a 170 kilómetros al norte de la ciudad de Nueva York, se ha convertido en centro de peregrinación de los veteranos y admiradores de la generación hippie.
Hoy, los miembros de esa generación tienen entre 70 y 80 años, y aunque la mayoría de los artistas más icónicos del festival, como Hendrix, Janis Joplin y Joe Cocker, han fallecido, otros siguen vivos y vigentes.
Carlos Santana (78 años): el legendario guitarrista, originario de Autlán, Jalisco, que en aquel festival sorprendió con su interpretación de once minutos “Soul Sacrifice”, se ha convertido en una superestrella del rock con diez Premios Grammy y tres Premios Grammy Latino.
Joan Baez (84 años): La cantante y activista que cantó “We Shall Overcome”, (Venceremos) la canción de protesta que se convirtió en el himno del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, anunció en 2019 su retiro de las giras y actuaciones en vivo, pero sigue participando en actividades a favor de los derechos humanos.
Roger Daltrey (81 años) y Pete Townshend (80 años): Miembros sobrevivientes de The Who, que interpretaron “My Generation” y su ópera rock “Tommy”, continúan presentandose en conciertos.
Actualmente, el Centro de Artes y el Museo de Bethel Woods ocupan el lugar donde se celebró Woodstock, conservando la memoria del evento y ofreciendo exposiciones y actividades relacionadas con el festival, donde regularmente participan artistas como Stephen Stills (80 años) y Graham Nash (81 años): miembros de Crosby, Stills & Nash; John Sebastian (80 años) y Arlo Guthrie (81 años), hijo de la leyenda del folk Woody Gutrie; Country Joe McDonald (80 años); el poeta Ed Sanders (86 años) y Wavy Gravy (83 años), representantes de la contracultura hippie.
Construido en 2006, el centro cuenta con espacios de entretenimiento, una tienda de recuerdos, una cafetería, además del museo que en su sala principal exhibe fotos y posters de la época de psicodelia, además de pantallas que proyectan imágenes de los artistas y el público que asistió al festival. Hay un autobús escolar y un VW escarabajo que muestran flores y símbolos hippies pintados en sus carrocerías. Allí se encuentra la Bandera de la Paz, donada por Mark Shustak, que coloca el símbolo de la paz en el campo azul de la bandera estadounidense y que se usó a finales de la década de 1960 en oposición a la guerra de Vietnam.
En otra sala se presenta el contexto histórico en que se realizó en concierto en los años sesenta; acontecimientos como la llegada del hombre a la luna, la elección de John F. Kennedy como presidente de Estados Unidos, el movimiento de los derechos civiles y la guerra de Vietnam, se presentan como capítulos decisivos en la vida de los baby boomers.
El Centro de Artes y el Museo de Bethel Woods celebran anualmente, del 12 al 15 de agosto, la Semana de Aniversario de Woodstock. Este año cuenta con la participación especial de Elliot Landy, quien fotografió extensamente el festival y se convirtió en un reconocido fotógrafo de músicos y estrellas de rock. La semana incluye reuniones, celebraciones, películas y una exploración más profunda de la Iniciativa de Paz en Bethel Woods, que “mediante el arte colaborativo y la arquitectura sostenible, promueva un mensaje de paz, comunidad y reflexión”.
La importancia sociológica del movimiento hippie – explicaba Randall en 1969 – yace en su gigantesco “No”: no a la sociedad, no a la automatización, no al falso intelectualismo y a las universidades que parecen fábricas. La tragedia del movimiento es que no hay un “sí”. El sí encarnado por el Poder Negro, por la cadena de “universidades libres” fundadas y dirigidas por radicales, incluso el sí algo anticuado de los pacifistas, no es el aceptado por estos “separados” que se han abandonado a la Nada.
Al paso del tiempo, el movimiento hippie se diluyó. Muchos murieron jóvenes y otros fueron testigos de la “destrucción de las mejores mentes de su generación”, como escribió el poeta Allen Ginsberg, “arrastrándose por las calles negras al amanecer buscando un colérico pinchazo de droga”.
En medio del caos de la psicodelia, hubo sobrevivientes y allí permanece Woodstock como símbolo de una generación. Nadie lo sabía en ese momento – dice un texto a la entrada del museo -, pero esos tres días de música, barro y recuerdos darían origen a todo un fenómeno cultural. RDM