Eduardo Sadot
Es un hecho el incremento de la expectativa de edad de los mexicanos, la reforma de estatuto universitario de la UNAM no debe ser pretexto, para hacerla foco de adoctrinamiento partidista.
México ha vivido con el mito somos un país de jóvenes, cuando el promedio de vida ha llegado a los setenta y cinco años en los hombres y setenta y siete en las mujeres, los jóvenes, la disminución de los índices de natalidad – cada vez tienen más perrhijos o gathijos que su propia descendencia – y el incremento de la expectativa de vida obliga a replantear los tabuladores de vida de académicos, investigadores y autoridades en la UNAM.
Las instituciones académicas y de investigación, incluida la más respetada académicamente hablando y que es el ejemplo a seguir en otras instituciones es la UNAM.
En la UNAM la experiencia, los conocimientos acumulados en la práctica legislativa universitaria se desprecian.
Para ser investigador en la UNAM no se debe haber cumplido cuarenta y cinco o cincuenta años.
Si bien es cierto que también hay burros viejos, lo cierto que no cuentan los años de experiencia docente para alcanzar un sueldo digno como académico, no importan maestrías ni doctorados, lo importante es tener menos de cincuenta años.
Para ser director de escuelas, institutos y facultades el límite de edad son setenta años, lo mismo sucede en el caso de los miembros de la junta de gobierno a los setenta años se les retira.
Si eso sucede en la máxima casa de estudios donde debiera privilegiarse la experiencia y el servicio acumulado, en otras instituciones resulta peor.
Pensar en la tercera edad es pensar en tu futuro, al menos eso debieran comprender las nuevas generaciones. Los límites de edad preestablecidos, evidencian obsolescencia y desprecio. La experiencia de años de estudio y de servicio le significan a México y a las instituciones un desperdicio de experiencia y les significan un atraso en el ciclo de asimilación de conocimientos.
Condenar a la tercera edad al ostracismo, al aislamiento para rumiar el desprecio de que son objeto, sumado a la condición de ocupante de su turno en la sala de espera de la muerte, para tomar su lugar, es poco más que criminal en lugar de vincularles con las nuevas generaciones para transmitir y preservar experiencia y conocimientos.
Sí, es verdad que las facultades disminuyen con los años, pero también es cierto que la nitidez mental, talento, conocimiento y hasta genialidad se refuerzan con los años. Mucho influye el estado de ánimo, se puede ser un anciano a los cuarenta años y ser un joven a los ochentas.
Lo lamentable es que el gobierno, las instituciones o las nuevas generaciones proyecten desprecio por sus ancianos. En otras culturas e inclusive en regiones como Oaxaca, conservan tradiciones ancestrales e instituciones que preservan y privilegian como los “tatamandones” que de alguna manera recuerdan el origen del senado romano, donde se aprovecha la experiencia y el consejo de los mayores, a quienes se les ve y atiende con respeto.
Otras culturas, también es cierto, como los esquimales, abandonan a los ancianos cuando dejan de ser útiles, dejan que sean comidos por los animales – los osos – para después a los osos se los comen para aprovechar su piel y su carne como alimento, simbolizando el retorno de sus muertos por esa vía.
Hay muchas tareas, sobre todo, la transmisión oral de conocimientos y tradiciones que se vinculen a las nuevas generaciones con los mayores, para transmitir experiencia y respeto, un movimiento para “Heredad vuestra experiencia”, triste una sociedad que mira con desprecio a sus ancianos, porque así serán tratados también al final de sus días.
sadot16@hotmail.com
Tik tok: eduardosadotoficial