Por Alejandra Del Río
La historia política mexicana está plagada de ironías, pero pocas tan evidentes como la de Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del ex-presidente López Obrador, quien tras haberse convertido en la principal promotora del reclamo histórico contra España por los supuestos agravios de la Conquista, que ocurrieron bajo otro contexto político, en una monarquia española del S. XVI (La de los reyes católicos) y no bajo la actual Casa Real.
Pero en fin, ese fue tema de otra de mis disertaciones, el asunto hoy, es que Beatríz Gutiérrez Müller, eso si no puede negarlo, tramita su nacionalidad española, a través de la ley de Memoria Democrática y aunque muchos afirman que ya vive en Madrid y busca casa en el barrio de la Moraleja, ella ha salido a desmentir la versión y a decir que aún vive en México… –subrayo el aún– pero no desmintió el intento de en el colmo del cinismo, querer convertirse en ciudadana de un país al que presentó frente abierto durante los 6 años de mandato de su marido, la “No primera dama” hoy decide convertirse en ciudadana y establecerse, paradójicamente, en la misma tierra de la que exigía una disculpa oficial, mientras se tiraba junto con todos los morenistas, al drama histórico de una mexicanidad que a todas luces era falsa retórica.
No se confundan, el asunto no es si Beatríz vive o no en la madre patria, sino que para convertirse en española y heredar a Jesús Ernesto el linaje, tiene forzosamente que hacer el siguiente juramento:
“Juro fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las leyes españolas”
No es ironía, es franca grosería, después de los desplantes de la 4T contra la Monarquía española.
Como si un sexenio no bastara, las groserias Morenistas, la falta de tacto diplomático y de sentido común continua aún en este sexenio, la Presidenta Sheinbaum, decidió no invitar al Rey Felipe VI de España, a su toma de posesión el año pasado, fundamentando su decisión en la ausencia de respuesta del monarca a la carta enviada en marzo de 2019 por el entonces presidente López Obrador, donde se solicitaba se reconociera los agravios causados durante la conquista de México.
No hace mucho, Gutiérrez Müller se erigía como la guardiana de la memoria histórica, lanzando discursos apasionados sobre la herida colonial y respaldando la cuestionada iniciativa de López Obrador para que el Rey de España y el Papa pidieran perdón por los sucesos de hace más de 500 años. Un gesto que, en su momento, desató polémicas y tensiones diplomáticas innecesarias. México, se nos decía, debía plantarse con dignidad frente al viejo imperio que nos sometió,
¿Dónde quedó la dignidad Doña Beatríz? Quizá en la imposibilidad de extraditación de sus familiares cercanos, en caso de que se asienten en España, al no existir tratado de extradición contra delitos políticos, excepción notable en el tratado vigente en materia penal entre México y España.
Hoy, sin embargo, la retórica del “agravio colonial” se desvanece frente a la comodidad de un nuevo y mucho mas seguro domicilio europeo. La voz que reprochaba a España por su pasado parece no tener reparo en acogerse ahora al presente de la nación que antes calificaba de cómplice histórica.
Beatríz y Jesús Ernesto López, están listos para empezar una nueva vida con todo y matricula de éste último, en la Universidad Complutense de Madrid, como si su padre no hubiera fundado 100 Universidades “Para el Bienestar” a nombre del Benemérito de las Americas, que si bien se establecieron para favorecer al “Pueblo bueno y sabio de México”, no son dignas ni para su hijo menor, ni para ninguno de los hijos de la casta sagrada de Morena, que hoy estudian en las mejores universidades del mundo.
Su familia planea mudarse a Madrid, lejos del país que todavía vive las consecuencias de la inseguridad, la división, el encono y la crisis institucional que el propio gobierno de López Obrador ha alimentado.
La ironía de la historia vuelve a jugar con México: mientras millones de ciudadanos no tienen más opción que enfrentarse a la violencia cotidiana y a las carencias de un Estado debilitado, la familia presidencial se instala en la comodidad madrileña.
Beatriz Gutiérrez Müller pasará a la historia, no por ser la intelectual que quiso diferenciarse del rol de primera dama, sino por convertirse en símbolo de la contradicción política: la mujer que exigió disculpas por la Conquista, y que al final, eligió vivir en la metrópoli conquistadora.