José Luis Parra
En este país de paradojas sin pudor, los repartidores de app ya tienen más peso laboral que quienes trabajan en el campo, la minería o la industria eléctrica. A ver, repítalo conmigo: los chavos que llevan tacos en moto y pizzas en bici ya son más importantes para el sistema de seguridad social mexicano que quienes sacan oro del subsuelo, cosechan el maíz o generan la luz que usted gasta viendo TikToks. Bienvenidos al nuevo modelo laboral: precario pero afiliado.
De acuerdo con el IMSS, ya son más de 1.2 millones los trabajadores de plataformas digitales con seguridad social. En su mayoría jóvenes, hombres y, claro, con ingresos variables que deben rebasar los 8 mil pesos mensuales si quieren cotizar con dignidad. Más de medio país no gana eso, pero bueno, aquí se juega a que todos podemos ser nuestro propio jefe… siempre y cuando obedezcamos los algoritmos del patrón digital.
El dato duele porque desnuda la nueva cara del empleo formal: individual, hiperconectado y sin sindicato. ¿Quién necesita representación laboral cuando puedes recibir likes por entregar un combo de hamburguesa en menos de diez minutos?
Didi y Rappi, los nuevos patrones
Mientras Uber guarda silencio sospechoso, Didi y Rappi presumen haber registrado a 850 mil trabajadores en el IMSS. Se visten de benefactores sociales mientras aplanan el camino a una economía donde el trabajador pone el vehículo, la gasolina, el riesgo, el sudor y, ahora también, las cuotas del Seguro. Las apps sólo ponen la app.
Eso sí, aseguran que no subirán precios. Traducción libre: no les conviene que el modelo se desinfle antes de colonizar todo el mercado informal. Lo llaman “viabilidad del modelo”. Nosotros lo llamamos “control total con rostro amable”.
El milagro mexicano versión Sheinbaum
La presidenta Claudia Sheinbaum aplaude el programa piloto del IMSS como si se tratara de un parteaguas social. “Todas las plataformas están cooperando”, dice. Se refiere a que ya aceptaron formalizar algo que antes fingían que no existía: la relación laboral. No está mal. Pero tampoco es para colgarse medallas.
En este país hemos pasado de los braceros a los bicicleteros digitales. Del jornalero con machete al repartidor con mochila térmica. Evolución laboral, le dicen. O involución con wifi.
¿Y el aguinaldo, joven?
No nos hagamos. El modelo sigue siendo un limbo. Un día trabajas ocho horas, al otro doce y el fin de semana, si no prendes la app, simplemente no comes. ¿Vacaciones? ¿Prima dominical? ¿Indemnización por accidente? Ah, pero eso sí: seguro de enfermedad y maternidad, porque el IMSS no discrimina, aunque el algoritmo sí.
Sonríe, estás siendo rastreado
Mientras los viejos sindicatos se debaten entre la ruina y la nostalgia, las plataformas avanzan sin freno, sin huelgas, sin pliego petitorio. Y los trabajadores, atrapados entre la ilusión de libertad y el miedo al desempleo, aceptan cualquier migaja que venga con código QR.
Aquí el verdadero patrón no tiene nombre ni rostro. Es un algoritmo que te premia si entregas rápido y te castiga si te detienes a tomar agua. El futuro ya llegó. En moto, y sin prestaciones completas.