Por José Alberto Sánchez Nava
“El político que predica austeridad y vive en opulencia, que predica diálogo y se lanza a los golpes, no sólo pierde el respeto del pueblo… pierde también el derecho a hablar en su nombre.”
- El espectáculo de la vergüenza
El Congreso de la Unión volvió a ser noticia, pero no por una reforma histórica ni por un debate trascendental. No. Fue por un zafarrancho digno de vecindad con olor a telenovela de bajo presupuesto. Gerardo Fernández Noroña y Alejandro “Alito” Moreno se fueron a los empujones, a los manotazos y a las amenazas de muerte como si la tribuna fuera una arena de lucha libre y no el recinto de la República.
- El ojo del huracán: la residencia de 12 millones
El sainete ocurre justo cuando Noroña está bajo los reflectores por la compra de una residencia en Tepoztlán valuada en 12 millones de pesos. Él dice que la paga a crédito, que todo es producto de su esfuerzo, y hasta ahí uno podría concederle razón. El problema es otro: mientras la 4T repite como mantra que “no puede haber gobierno rico con pueblo pobre”, uno de sus principales voceros presume casa de revista. La incongruencia es brutal: es como ver a un vegano salir de un asador con costillares bajo el brazo diciendo: “es para mis amigos carnívoros”. La legalidad no se discute, la coherencia sí.
- Golpes en lugar de ideas
La política mexicana mostró su peor rostro: golpes en lugar de ideas, amenazas en lugar de argumentos, patrimonio ostentoso en lugar de coherencia ética. En ese instante, el Congreso dejó de ser foro de debate y se convirtió en ring improvisado. El zafarrancho fue más elocuente que cualquier discurso.
- El PRI y la oposición pendenciera
Alito Moreno tampoco se salva. Encarna a la oposición que confunde la crítica con el pleito y la fiscalización con el insulto. Pretendía exhibir a Noroña, pero terminó reduciéndose al mismo nivel que él: el de los empujones. Alito es la muestra viviente de que, cuando la política pierde rumbo, siempre queda el recurso del berrinche. Y lo peor: cada golpe dado fue un regalo de oro para quienes gozan viendo cómo la oposición se descalabra sola.
- El contexto internacional: México bajo la lupa
Y mientras aquí nuestros legisladores juegan a las luchas, allá afuera el tablero internacional no espera. Estados Unidos aprieta en migración, en comercio y en seguridad. Brasil se convierte en socio estratégico para equilibrar la balanza latinoamericana. Y México necesita temple, sobriedad y altura de miras. Pero, ¿qué ven los observadores internacionales? Ven un Congreso a los golpes, ven a un senador envuelto en polémicas patrimoniales y a un líder opositor convertido en peleonero de cantina. El mensaje es devastador: si así se comportan nuestros representantes, ¿qué confianza puede inspirar México en la arena bilateral más compleja del continente?
- La política exterior depende de la credibilidad interna
La soberanía se construye hacia afuera, sí, pero también hacia adentro. No se puede pedir respeto en Washington mientras se grita y se reparte empujones en el Senado. No se puede presumir austeridad mientras se firma una hipoteca de 12 millones. El contraste es tan evidente que ya no requiere explicación; se explica solo.
- La obligación de rendir cuentas
Noroña deberá explicar con transparencia el origen y la naturaleza de su residencia. Puede ser legal, pero políticamente es un bumerán. El discurso de austeridad no perdona incoherencias. Alito, por su parte, tendrá que asumir que redujo el debate a un espectáculo de barrio. Ninguno sale fortalecido. Al contrario: ambos quedaron más pequeños de lo que ya eran.
- El Congreso no puede ser un zafarrancho perpetuo
México no puede normalizar que sus instituciones se conviertan en rings. Los ciudadanos no votaron por gladiadores, votaron por representantes. La política debe recuperar la sobriedad antes de que el hartazgo ciudadano se convierta en repudio absoluto.