Luis Farías Mackey
Entre lo sublime y lo ridículo dista sólo un paso. Entre nuestras culturas originales y el indigenismo de pose y ocasión media el abuso, la cursilería y la ofensa.
Ayer no se hizo honor, ni se tuvo respeto alguno por con nuestros pueblos oriundos; se les utilizó como coreografía, se les infamó en caricatura, se hizo con ellos racismo y burla.
No había necesidad de semejante farsa y burlesque. Que los hijos de su tiznado acordeón no tengan idea ni mérito alguno para hacer una ceremonia de toma de posesión como lo dispone la Constitución, rindiendo la protesta de cumplirla y hacerla cumplir, no les autoriza a hacer del indigenismo oprobio ni ofender con su sarcasmo y falsía a México.
Si lo que querían era sublimarse, sólo alcanzaron el ridículo y la reprobación ciudadana.
La justicia no es cosa de bastones de mando, de floreados en la toga, de sahumerios e invocaciones a Quetzalcóatl, más les hubiese bastado un poco de respeto a México.
Ayer mostraron lo falso de su indigenismo, la ausencia de méritos, lo pequeño de sus alcances y lo lejanos que están de eso que llaman pueblo para no dar la cara y distanciarse lo más posible de los mexicanos de carne, hueso, voz, libertades y derechos.
Nos obsequiaron el tamaño de su desgracia y de la nuestra con ellos.
Pero no será Tonantzin, ni Quetzalcóatl, ni sus indígenas de reparto de ayer quienes habrán de llamarlos al orden y cuentas: será la Nación quien se los demande.
¡Descastados!
PS. Descastado: “quien ha perdido o renunciado al vínculo con su origen o identidad social, cultural, nacional, etc”. Ergo: quien es electo (no se ría) supuestamente por la ciudadanía e hipócritamente se hinca ante un indigenismo de espectáculo y burla.