Ricardo Del Muro / Austral
Una emotiva ceremonia luctuosa se realizó este jueves en el Monumento Nacional del 11 de Septiembre, ubicado en la Zona Cero de Manhattan, para recordar a las víctimas de los atentados terroristas que hace 24 años destruyeron las Torres Gemelas del World Trade Center y transformaron de manera irreversible la percepción de la seguridad global.
El diario The New York Times presentó una edición conmemorativa, mostrando su portada del 12 de septiembre de 2001, que llevaba el titular: “Aviones secuestrados destruyen las Torres Gemelas y golpean el Pentágono en un día de terror”, resaltando los artículos y la fotografía que mereció un premio Pulitzer por su cobertura del evento.
Como es tradición cada año, se realizaron varios eventos para recordar a más de 3 mil personas fallecidas en los distintos lugares que fueron atacados por los terroristas. En Nueva York, la ceremonia fue coordinada por el Museo y Memorial Nacional del 11 de Septiembre y estuvo reservada para los familiares de las víctimas, que realizaron un homenaje con seis minutos silencio.
Al atardecer se realizó el “Tributo de Luz”, donde el cielo de Nueva York fue iluminado por dos haces de luz, reflejando la forma y la ubicación original de las Torres Gemelas, como símbolo de la resiliencia y el recuerdo.
Por su parte, el presidente Donald Trump, estuvo en la ceremonia en el Pentágono, donde ocurrió el choque del vuelo 77 de American Airlines que causó la muerte de 189 personas.
Y en Pensilvania, el Servicio Nacional de Parques y otras organizaciones ciudadanas, recordaron a las 40 personas que murieron a bordo del vuelo 93, que cayó cerca de Shanksville y que aquel fatídico día, presumiblemente intentaba ser dirigido por los terroristas hacia la Casa Blanca o al Capitolio en Washington.
La conmemoración de este año se celebró en un ambiente político tenso tras el asesinato del influencer Charlie Kirk, muy cercano al presidente Trump, quien anunció que otorgaría al activista la Medalla Presidencial de la Libertad de manera póstuma.
Cerca de 3 mil personas perdieron la vida el 11 de septiembre de 2001, cuando un grupo de terroristas de Al Qaeda secuestró cuatro aviones comerciales: dos fueron estrellados contra las Torres Gemelas de Nueva York, uno contra el Pentágono y otro cayó en Pensilvania, luego de que los pasajeros intentaran retomar el control de la aeronave.
Tras los atentados, Estados Unidos declaró la “guerra contra el terrorismo”, inaugurando un paradigma de seguridad que privilegió la prevención sobre la reacción. El fortalecimiento de agencias como el Departamento de Seguridad Nacional, la expansión de la vigilancia digital y el endurecimiento de los controles fronterizos marcaron una nueva era. Lo que se conocía como “seguridad nacional” se amplió a un concepto global, en el que la amenaza terrorista justificó intervenciones militares, reformas legales y un mayor control ciudadano.
Las intervenciones en Afganistán e Irak fueron las manifestaciones más visibles de la doctrina de seguridad post-11S. Bajo la bandera de combatir el terrorismo, Estados Unidos y sus aliados reconfiguraron el tablero geopolítico en Medio Oriente, aunque con resultados ambivalentes: la caída de regímenes autoritarios vino acompañada del ascenso de grupos insurgentes y de nuevas oleadas de violencia. La seguridad internacional dejó de ser un asunto estatal para convertirse en un campo atravesado por actores no estatales, desde redes terroristas globales hasta grupos cibernéticos.
Más allá de los escenarios de guerra, el 11 de septiembre transformó la vida cotidiana. La experiencia de viajar cambió para siempre con la creación de la TSA y la adopción de protocolos de seguridad más estrictos en aeropuertos de todo el mundo. La vigilancia digital, reforzada bajo el argumento de prevenir ataques, abrió un debate aún vigente sobre los límites entre seguridad y privacidad.
A lo largo de estas dos décadas, el terrorismo internacional perdió centralidad como amenaza única. Hoy, el espectro de la seguridad global se diversifica: ciberataques, desinformación, migraciones forzadas, pandemias y cambio climático se perciben también como riesgos existenciales. Sin embargo, la lógica del 11 de septiembre —la seguridad como prioridad absoluta del Estado— sigue impregnando la respuesta internacional a cada crisis.
A 24 años, el recuerdo del 11 de septiembre no solo convoca al homenaje a las víctimas, sino también a la reflexión crítica sobre las lecciones aprendidas. La “guerra contra el terror” mostró los límites de la fuerza militar para erradicar el extremismo y la necesidad de estrategias más complejas que incluyan diplomacia, desarrollo y cooperación internacional. El desafío actual es construir seguridad sin sacrificar derechos, entendiendo que la resiliencia global depende tanto de la prevención de amenazas como de la protección de las libertades. RDM