Juan Luis Parra
Parecía un homenaje de despedida, pero en realidad fue un adelanto de lo que viene. “PRI: Crónica del Fin”, el documental de Televisa que muchos vieron como el final de una era, terminó despertando otra cosa: nostalgia.
Lo del tráiler fue solo lo más reciente.
La realidad es que el PRI lleva varios meses haciendo algo que nadie esperaba: conectar con los más jóvenes a través de memes. Pero no cualquier tipo de contenido, sino shitposts, un tipo de humor absurdo, irónico y caótico que solo entiende bien la generación que hoy tiene entre 14 y 25 años. En lugar de discursos largos o campañas serias, el PRI se metió al terreno del meme con inteligencia, sabiendo que ahí se construyen las simpatías actuales.
No todos lo entienden, pero para muchos jóvenes, un meme gracioso y bien dirigido vale más que un spot.
Cuando la decepción llega al tope, la gente no busca algo nuevo, busca algo que ya entienda.
Más vale malo conocido que bueno por conocer. Y si ese “malo” es el único que parece tener idea de cómo manejar un país, peor tantito.
Morena sigue ganando porque el mexicano promedio siente que el gobierno está lejos. Que mientras le sigan cayendo sus dos-tres mil pesitos, todo está bien. Pero ese modelo tiene límite. El sistema clientelar que sostiene al oficialismo es cada vez más caro. Para 2026, casi un billón de pesos se va a programas sociales. La deuda pública crece, los ingresos no alcanzan, y el déficit fiscal sigue arriba.
No hay magia que aguante eso por siempre.
Y cuando reviente, lo va a hacer sin previo aviso. Cuando ya no alcance para todos, la fidelidad se acabará. La gente va a dejar de ver los apoyos como un beneficio garantizado. Y ahí el PRI tiene una oportunidad real: convencer a los más pobres de que pueden seguir recibiendo ayuda, pero de forma responsable. Sin mentiras. Sin fantasías.
Además, estamos viendo un fenómeno que nadie esperaba. Morena llegó como el partido de los jóvenes. Pero ahora, los jóvenes se están alejando. La nueva generación, especialmente la Gen Z, no piensa como los millennials. Crecieron entre crisis económicas, violencia, inflación, encierros y decepción. Lo único que ven es inestabilidad. Y frente a eso, no piden revoluciones, piden orden.
No son conservadores en todo, pero sí lo son en lo que importa: seguridad, familia, trabajo, futuro.
Los chamacos están hartos de discursos fantasiosos. Quieren que las cosas funcionen, no que suenen bien.
Y lo más interesante: están mirando con interés al PRI. No por ideología, sino por lo que representa. Para los más jóvenes, el PRI es casi un mito. El último partido que supo gobernar.
Por eso el tráiler les gustó.
Porque suena a leyenda.
Porque, a diferencia del gobierno actual, al menos se parecía a algo serio.
Esto ya se está viendo en otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, figuras del Partido Demócrata están ajustando su discurso. Bobby Pulido, cantante texano, se lanza al Congreso con un mensaje de familia, trabajo, fe y seguridad. Parece republicano, pero es demócrata. ¿Por qué? Porque los partidos ya entendieron que el mundo se está moviendo al centro.
La extrema izquierda ya no vende, sino me creen, pregúntenle a Disney.
Y en México, ¿qué hace el gobierno? Persigue a los “gamers”. El caso del esperado juego GTA VI lo dejó claro. El videojuego más esperado del planeta, que va a vender más de 150 millones de copias y romper todos los récords, se volvió enemigo del gobierno. ¿La razón? Quieren cobrarle impuestos. Y con eso, lograron lo imposible: que hasta los que solo juegan, gente que nunca se mete en política, se voltearan contra Palacio.
El meme recurrente es claro: “Sheinbaum, los narcos levantaron a mi familia – No me importa, más impuestos al GTA VI”. No hace falta explicar más.
Hoy, en plenas Fiestas Patrias de Chile, vale la pena voltear a ver ese país. Allá, el progreso se construyó con algo muy simple: alternancia. Centro izquierda, luego centro derecha. Un gobierno se enfoca en la economía, el otro en la distribución. Uno cuida la inversión, el otro reparte. Así se avanza. En México tuvimos algo parecido: PAN y PRI. Cuando el PAN tomaba el mando, cuidaba lo financiero, la seguridad, lo administrativo. Después llegaba el PRI y se enfocaba en obras públicas, en ayudar a los de abajo, en equilibrar la balanza.
No era perfecto, pero funcionaba.
Todo eso se rompió con la llegada de Morena. Con ideas comunistas, anarquistas, románticas. Con un gobierno que no quiere alternancia, quiere eternidad. Que no gobierna, administra una red de becas.
Sheinbaum no comunica logros, comunica apoyos. No habla como presidenta, habla como operadora de transferencias. La televisión y el internet están llenos de anuncios que repiten el mismo mensaje: “yo te doy dinero”.
Y mientras eso funcione, seguirán ganando. Pero cuando se acabe, ¿qué va a quedar? Una sociedad cansada, dividida, y una generación joven enojada.
Ahí es donde el PRI, y hasta el PAN, pueden volver. Los del chaleco rojo, anticipo, volverán no como el partido del pasado, sino como la opción lógica para un país que necesita volver a lo viejo conocido. Y será culpa de todos.