Juan Luis Parra
Usted cree que la cárcel castiga. Que encierra. Que repara. Pero no.
La cárcel en México es un simulacro. Una maqueta de justicia sostenida por corrupción, impunidad y negocios privados disfrazados de instituciones públicas.
Como lo deja claro Saskia Niño de Rivera, el sistema penitenciario mexicano no sirve. O mejor dicho: sirve demasiado bien para lo que fue diseñado. No para rehabilitar delincuentes, sino para recaudar dinero, proteger criminales con poder y perpetuar la desigualdad.
Mientras usted se indigna por los crímenes, adentro de los penales se brindan con whisky. Hay restaurantes, table dances, suites privadas y call centers que operan extorsiones a nivel empresarial.
¿Sabía que el 75% de las llamadas de extorsin salen desde las cárceles? No es un dato cualquiera. Es una muestra de quién manda realmente.
En este país, la cárcel castiga la pobreza, no el delito.
Los verdaderos criminales pagan para vivir mejor tras las rejas que muchos ciudadanos en libertad. ¿Y los inocentes? Si no tienen dinero, no tienen defensa.
Así de simple. Así de brutal.
La justicia aquí no es justicia. Es una transacción. Quien tiene recursos mueve fiscales, abogados, custodios y hasta titulares de instituciones. Desde capos de la mafia hasta criminales de cuello blanco, los ejemplos sobran de cómo se manipulan procesos, se fabrican delitos o se exageran penas con fines mediáticos y políticos, como lo que pasó con Fofo Márquez, que sirvió como cabeza de turco.
Las cárceles están saturadas.
Penales con 300% o 400% de sobrepoblación no pueden ofrecer ni dignidad, mucho menos reinserción. Pero eso no parece importar, porque el objetivo no es que nadie cambie, sino que todo siga igual.
Con su respectiva mordida, claro.
Usted pensará que al menos hay voluntad política para arreglar esto. Tampoco. Proponer una reforma penitenciaria en campaña es suicidio electoral. ¿Quién quiere invertir en los derechos de los “malos”? Mejor tomar la foto del detenido, anunciar que se hizo justicia, y dejarlo todo pudrirse en el olvido.
Y así seguimos.
Con políticos presumiendo cuántos detuvieron, pero sin garantizar juicios justos ni sentencias efectivas. Con penales donde se cobra hasta por pasar lista. Con custodios que ganan sueldos miserables y lo recuperan con sobornos. Con una ciudadanía que prefiere no saber, no ver, no cuestionar.
Pero usted ya lo sabe. Y ahora que lo sabe, ¿de verdad cree que meter a alguien a la cárcel resuelve algo?