José Luis Parra
La manzana fue millonaria.
La Eva, una red de empresas fantasmas.
Y el Adán, como en la Biblia, mordió sin miedo.
La diferencia es que aquí no hubo paraíso, sino Secretaría de Gobernación, campaña presidencial, senaduría, y decenas de millones que nadie encuentra en su declaración patrimonial.
¡Vaya mordida!
El ex súper secretario Adán Augusto López Hernández, aquel que rivalizaba en poder con su paisano presidente, hoy está más cerca del abismo que del Olimpo. Lo tienen contra las cuerdas por la filtración de documentos que exhiben una danza de 79 millones de pesos —mal contados— que le pagaron “por servicios profesionales”.
¿Y qué servicios eran esos? ¿Conferencias motivacionales? ¿Asesorías fiscales? ¿O favores de esos que no se facturan ni con CFDI?
Quién sabe. Pero el SAT sí sabe. Y por eso la mordida ya tiene colmillos judiciales.
Adán, el de Morena, el que soñó con ser presidente, sabe perfectamente de dónde viene la mordida.
No fue un hacker aburrido.
Ni un enemigo sin poder.
Esto fue fuego amigo, de alto nivel.
Porque así es este sistema: primero te suben, luego te empujan, y si gritas, te ofrecen una embajada… o una celda. Depende.
Hoy Adán está en el lugar más peligroso para alguien que sabe tanto: el rincón del traicionado.
Y cuando uno ha estado en la cocina del poder, conoce todos los ingredientes del caldo. Incluso los que no se mencionan en las recetas oficiales.
¿Y si decide hablar?
En Palacio ya lo saben.
Adán puede ser testigo, mártir o traidor. Todo depende de la oferta.
¿Una embajada?
Pueque.
¿Un perdón presidencial?
Difícil. Sobre todo si lo están esperando en los juzgados de allá arriba, con traductor al inglés y celda climatizada.
En este momento, lo más probable es que se estén cruzando llamadas. Negociaciones de esas que no dejan registro. Conversaciones a puerta cerrada con nombres clave y lenguaje de espías: “el paquete”, “el archivo”, “la foto”, “la firma”.
Porque si Adán cae, podría jalar con él a media estructura del régimen. No sería la primera vez que un delfín con coraje se convierte en tiburón.
Y eso lo saben todos. Claudia también.
Este no es un escándalo cualquiera. Es una prueba de resistencia para el régimen de la autodenominada Cuarta Transformación.
Ya no se trata de un opositor criticón o un periodista incómodo.
Se trata de un hijo político, de uno de los suyos.
El que fue de confianza. El que operó con mano firme. El que tenía línea directa.
¿Van a protegerlo o a ofrecerlo en sacrificio?
¿El nuevo régimen limpia su imagen entregando a un peón… o se tambalea si ese peón amenaza con hablar?
Lo que es seguro: el futuro inmediato se ve más tormentoso que transformador.
Los documentos revelan transferencias desde empresas contratistas, familiares y fantasmas.
Una de ellas incluso ya está boletinada por el SAT.
Y todas con el mismo destino: la cuenta del Adán de la 4T.
Un político que brincó de la gobernatura al gabinete y de ahí al Senado, dejando siempre un rastro de favores, contratos y… silencios.
El problema ahora no es lo que recibió.
El problema es lo que sabe.
Y lo que puede decir si lo arrinconan.
En la política mexicana, nadie cae solo.
Ni los ángeles rebeldes.