José Newman
Mirón, metiche, chismoso, cuentero, aventurero, entrometido, curioso, voyerista, juntador, escuchador, coleccionista, cronopio involuntario, cortazariano, aventurero, confidente, hallador de trapos rojos…
… todo eso, que sí va conmigo sin pensarlo, me ha llevado al susto de mirar que si algo es abundante como las arenas del mar es el inacabable acopio y verdadera fruición por el fracaso.
Y digo fruición y no simple casualidad aislada o eventual mala suerte, no sólo por su frecuencia estadística, sino por la regularidad, el método, la disciplina con los que personas, incluso pueblos, razas y aún especies lo persiguen, lo cultivan, lo respiran y, para más y mejor multiplicarlo, lo han llevado a la idealidad de las ideas, a la idea de idealidad que es la cimera y más acabada por infinita e inacabada ¡versión glorificada del fracaso!
No me sorprende, pero sí me asusta la inagotable capacidad de fracaso en derredor. Una manera de narrar lo que he vivido en 75.5 años sería hacer la crónica de los fracasos que me ha tocado enterarme, presenciar, acompañar y escuchar y la lista sigue y se nutre cada vez más, con más y de más y más. ¡Qué capacidad para malgastar y malvivir la vida!
Cuánta desgracia ha ayudado a producir La Idea de Idealidad. Si sobra y basta con planear metas deseables dentro de lo real y alcanzable pero es claro que querer ir más allá, la sola idea del Más Allá es el garlito, la ilusión, la divisa, la causa, la coartada, el discurso, la estrategia, la racionalización y la justificación de esa capacidad y propensión (en el caso de nuestra raza, esa profesión) de fracasar, de hacer todo para no lograr pero a cambio, y aquí está el inconfesable secreto, si conseguir armar, armarse, un discurso que va del Sueño de Lograr a La Pesadilla de No Conseguir para vivir durmiendo ¡mientras corre El Gran Sueño de la Vida!