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Las herejías de Pedro Meyer

Redacción Por Redacción
7 octubre, 2025
en Política
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Patricia Vega

En 2008 el fotógrafo mexicano Pedro Meyer, a punto de cumplir 74 años, rompió todo tipo de paradigmas fotográficos con su exposición Herejías –a cargo de 21 curadores, en 65 museos de 18 países del mundo y 23 galerías en línea– y un libro del mismo nombre. Las imágenes digitalizadas del fotógrafo ascendían a 310 mil que podían ser revisadas en un iPhone. Hoy, que Meyer celebra sus 90 años de fructífera y creativa vida lo hace con un acervo digitalizado de más de un millón de imágenes. De ahí proviene la selección que se distribuye en la colección Miramar de 24 libros fotográficos impresos que contienen las imágenes que el propio Meyer ha seleccionado como parte de su principal legado fotográfico.

Me uno a la celebración de los 90 años de Pedro Meyer, compartiendo con ustedes, el texto y un par de imágenes que rescato de un PDF y que forman parte de la entrevista que le hice en 2008 y que fue publicada por la revista Emeequis, dirigida entonces por Ignacio Rodriguez Reyna. La entrevista llevó por título “Las Herejías de Pedro Meyer”.

(Si hay algún error es culpa del copy & paste realizado manualmente)

Va para ustedes y en honor a Pedro Meyer Fundación Pedro Meyer

LAS HEREJIAS DE PEDRO MEYER

Pedro Meyer (Madrid, 1935) es, sin duda, el fotógrafo mexicano de mayor fama internacional. Si adoptamos, como sugiere el propio artista de la lente, la definición que ofrece la Wikipedia de la palabra herejía —“posición u opinión contraria a las reglas establecidas en un arte, ciencia, disciplina, organización o cualquier grupo humano establecido”— Meyer ha sido, desde siempre, un hereje que nada a contracorriente de la ortodoxia del statu quo: primero al organizar a los fotógrafos mexicanos a través del Consejo Mexicano de Fotografía, del cual fue fundador y presidente; luego, al impulsar activamente la realización de los tres primeros Coloquios Latinoamericanos de Fotografía, que pusieron en el mapa del mundo a la fotografía de la región; posteriormente, al propiciar la inclusión de la fotografía como una de las bellas artes con derecho a su propia bienal y forzar, así, la apertura de los museos mexicanos a la más joven, en ese entonces, de las manifestaciones artísticas. Su táctica ha sido revisar o cuestionar todo a lo que estamos acostumbrados: ¿por qué siempre ha sido así?, ¿no podríamos hacerlo de otra manera?

Sin embargo, Meyer se vio envuelto en su mayor polémica dentro del propio gremio fotográfico al predecir, desde hace más de 15 años, que el futuro de la fotografía se encontraba en la vía digital, y pasar de las palabras a los hechos: publicó el primer CD ROM con sonido e imágenes —Fotografío para recordar— que se hizo en el mundo; creó el sitio virtual ZoneZero que rápidamente se convirtió en uno de los portales de fotografía más visita- dos en la red, y acaba de concluir, luego de cuatro años de trabajo, la digitalización de toda su obra fotográfica —310 mil imágenes— para ordenarla en una base de datos que puede ser consultada a través de internet.

Ante la interrogante de cómo podría seguir dando a conocer su obra y a punto de cumplir 73 años de vida, Pedro Meyer celebra sus 50 años de trabajo fotográfico con Herejías, una retrospectiva que promete cambiar el paradigma actual de la exhi- bición fotográfica en el mundo, al exponer distintas selecciones de su obra a cargo de 21 curadores, en 65 museos de 18 países del mundo y 23 galerías en línea, todo de manera simultánea. Puesta así, la propuesta suena a proyecto megalómano o, por lo menos, egocéntrico. Pero al ser una idea sustentada en la obra de un artista, Herejías es, sobre todo, una muestra de las enormes posibilidades que ofrece la era digital para el mejor manejo y circulación de los archivos fotográficos, sobre todo cuando son tan extensos como en el caso de Meyer.

En otras palabras, Herejías pasará a la historia de la fotografía como la primera exposición pla- neada, curada y ejecutada totalmente en línea. Un proyecto “hecho en México”, desde el tradicional barrio de Coyoacán —ubicado al sur de la capital mexicana—, como una prueba más de que aquí se pueden hacer grandes proyectos de vanguardia mundial.

Así, a las 12 horas del sábado 4 de octubre (2008) se inaugura en el Centro de la Imagen la primera de las 64 exposiciones del proyecto Herejías. Se trata del segmento Iconografías, curado por Juan Antonio Molina. Luego, a partir del día 9, el Museo Archivo de la Fotografía exhibirá el segmento Herejías en la ciudad de México conformado por 28 piezas en color impresas en gran formato; y el 15 de octubre en el Museo de Arte Carrillo Gil se expondrá la muestra Autorretratos —seleccionada por Vesta Mónica Herrerías—, conformada por 40 imágenes inédi- tas que forman parte de la bitácora existencial de Meyer… Y de ahí en adelante las inauguraciones siguen en cascada.

***

En la comodidad de la sala de su casa, a unas cuantas cuadras de su estudio fotográfico y sede de ZoneZero, Pedro Meyer habla de su más ambiciosos proyecto.

Del bolsillo izquierdo de su pantalón extrae su “actual billetera”: un iPhone con conexión a internet que le permite acceder, desde cualquier parte del mundo, a la base de datos de su archivo fotográfico, organizada en el sitio www.pedromeyer.com

—Si quieres ver las fotos que te he tomado desde hace 30 o 25 años, podemos hacerlo ahorita mismo en el iPhone —dice tras hacer una demostración, y con orgullo casi infantil continúa—. Traigo en mi billetera todas las fotos que he tomado a lo largo de mi vida, unas 310 mil imágenes, más lo que se acu- mule esta semana. ¿Te imaginas para publicar eso en un medio tradicional? Nada más haz la cuenta de lo que eso significa conceptualmente hablando, de aquí a que la gente lo digiera, lo entienda y lo maneje, etcétera, etcétera, te puedes hacer el cálculo de que pasarán otros 10 o 15 años.

—Justamente hace poco más de 15 años tú anunciaste que el futuro de la fotografía estaba en la vía digital y casi todos los fotógrafos se te echaron encima. Todavía hoy ese tema sigue siendo controversial.

—Mira, si en Estados Unidos aún se discute si el origen del ser humano fue por evolución o apa- reció en la Tierra por una orden divina, entonces te podrás imaginar que después de 15 o 20 años se siga discutiendo sobre la fotografía analógica versus la digital es poca cosa.

En la historia de la humanidad todos los cambios tecnológicos implicaron resistencia debido a que implican incertidumbre —sigue Meyer—. Se prefiere lo conocido sobre lo desconocido. Un ejemplo estupendo es el revuelo que hay ahorita en el Facebook sólo porque cambiaron la interfase. Ya se habían acostumbrado a un formato y no quieren algo distinto. Y mira que estamos hablando de un ambiente totalmente tecnológico y hasta en ese medio sigue habiendo resistencia.

Como ves, no es nada de la era digital versus la era analógica per se, sino de cualquier cambio que se dé. Ahora, el tránsito de lo analógico a lo digi- tal es un cambio tremendo porque implica a todo: cómo nos comunicamos, cómo trabajamos, cómo estudiamos, cómo nos curamos, en fin, todo lo que tiene que ver con el ser humano está permeado por los cambios digitales. Y qué te puedo decir, que yo escribí de todo lo que vendría desde hace 18 años en la revista Luna Córnea —recuerda, como de paso, a sus detractores— y que la época digital me parece mucho más interesante, intelectual y artísticamente hablando, porque esa tecnología me permite hacer lo que antes sólo podía soñar, pues estaba constreñido por las limitaciones de la fotografía analógica.

¿COMO HACER UNA RETROSPECTIVA DE UNA OBRA FOTOGRÁFICA TAN VASTA?

Hace cinco años Pedro Meyer recibió la invitación de Alejandro Castellanos para montar, en el Centro de la Imagen, una retrospectiva de su obra. Y el fotógrafo siguió, en su mente, todas las ramifi- caciones de la lógica imperante en ese momento: en esas instalaciones caben unas 120 fotografías, que al terminar la exposición son empacadas para buscarles una itinerancia. Así lo hizo en 1990 con su primera exposición de fotografía digital: Verdades y ficciones, que tardó en recorrer el mundo unos siete años y en cada uno de los sitios a donde fue la muestra se tuvieron que gastar entre 20 mil y 40 mil dólares para cubrir los seguros, transporte de obra, participaciones en la exposición y todo lo relacionado con el proyecto.

Con el pragmatismo que lo caracteriza, Meyer afirma:

—Compara lo anterior con Herejías: estaríamos hablando de que para cubrir los 64 espacios a través del sistema tradicional tardaría… unos 14 años. ¿Te imaginas llegar al último sitio en que se exhibe la muestra, a los 14 años de ideada, como si fuera un concepto nuevo? Además, a mi edad, para ese tiempo yo ya estaría muerto. Esto te ubica en la tontería que es seguir haciendo las cosas de la forma tradicional. Aquí, en Herejías, a los 50 días ya todo el mundo vio la exposición y podemos ir a otra cosa sin tener que andar paseando la obra de arriba para abajo. El año que entra quiero ocuparme de otros proyectos. ¿Tú sabes lo que sería vivir 14 años de la misma babosada una y otra y otra vez?

Pobres de los artistas que así se la tienen que rifar, pero en el mundo de la fotografía y de la tecnología ya podemos hacer las cosas de otra manera.

Y cuando Meyer encontró esa otra manera al organizar su archivo en una base de datos, le dio el sí a Alejandro Castellanos.

 

RUPTURA DEL PARADIGMA CURATORIAL

De acuerdo con Pedro Meyer, el proyecto Herejías también cuestiona y replantea por completo, desde un punto de vista curatorial, la forma en la que se hacen las exposiciones:

—Tuvimos 21 curadores que hicieron su se- lección trabajando en línea ¿y tú crees que no hubo resistencia a esa idea? Pero ¡imagínate lo que signi- fica el que curadores en distintas partes del mundo pudieron hacer su trabajo, en las pantallas de sus computadoras, sin tener que venir a México!

—¿Y por qué 21 curadores?

—Porque teníamos que terminar el proyecto en el plazo de un año. Si lo hubiéramos hecho de la manera tradicional, con uno o dos curadores, se- guramente nos habríamos tardado, como te decía, unos 14 años. Además, ¿por qué vas a tener a una misma persona para todos los temas, cuando sabe- mos que hay curadores que tienen mayor afinidad o conocimiento sobre temas específicos?

A esos 21 curadores que se corresponden, más o menos, a los temas que me han interesado, suma a quienes hicieron la curaduría para cada uno de los 64 espacios. El resultado —explica el fotógrafo— es que Herejías está curado por ochenta y tantas personas que presentan, en cada lugar, una exposición diferente. Ninguna se parece a otra ni en temas ni en fotos.

Herejías es un cuestionamiento a quién decide qué y con qué criterios, al cacicazgo ejercido por al- gunos curadores: a Pedro Meyer lo están definiendo muchas miradas —anota el propio Meyer—. Yo no estoy sugiriendo que los curadores no son impor- tantes dentro del proceso, pero una cosa es que sean parte del proceso y otra cosa es que sientan el motor de ese proceso; son intermediarios que aportan su cultura, conocimiento y sabiduría, pero eso no quiere decir que se conviertan, necesariamente, en los que determinen el devenir de un medio artístico. Yo al menos me resisto a eso.

NO HAY “TRAJE A LA MEDIDA” DE TODOS LOS MUSEOS

Cada exposición tradicionalmente tiene el sello de su curador y cuando llega el fin de su temporada de exhibición simplemente se desmonta, se empaca y se envía a otro lugar. Y al llegar ¡sorpresa!: no se ajusta a las características físicas del nuevo espacio o no encaja en el contexto cultural. Y entonces se empieza a discutir qué se quita, pero ya se hizo el gasto de traslado, de seguros, de materiales. Meyer considera que esta forma de hacer las cosas es una aberración, y pregunta:

—¿Tú crees que en el mundo hay dos espacios museográficos que sean iguales o que puedes hacer una exposición que le quede a todos?

El caso de Herejías es diferente.

—De la decantación inicial que hicieron los 21 curadores, ellos mismos hicieron una selección integrada por mil 600 imágenes, de las que podían escoger cada uno de los museos. En Paquistán, por ejemplo, que es un país musulmán, no se exhiben imágenes de mujeres desnudas —ni en Bangladesh ni en China—, así que ellos eligieron conforme a sus criterios culturales, su público y sus intereses en relación con la fotografía. Cada museo eligió las imágenes de su interés, nos mandó su pedido y las imprimimos en México, en mi estudio, con equi- po y tintas HP y en papel de algodón, lo que garan- tiza una duración mínima de 200 años, porque cada una de las muestras pasa a forma parte del acervo de cada museo. ¡Fueron nueve toneladas de papel que se mandaron a todo el mundo! Y esto lo digo a propósito de la afirmación de que no se pueden hacer esas co- sas desde México y todas esas tonterías. ¡Claro que se puede hacer! La prueba de ello es Herejías.

DE CÓMO EXHIBIR FOTOGRAFIA EN UN MUSEO

[Pedro Meyer celebra medio siglo en la fotografía con Herejías, de la que se verán distintas selecciones a cargo de 21 curadores, en 65 museos de 18 países del mundo y 23 galerías en línea]

Actualmente cualquiera que acceda a la base de datos de Pedro Meyer puede ver esas imágenes al tamaño de la pantalla de su computadora. Entonces, se pregunta el fotógrafo, ¿por qué repetir el mismo formato en un museo?

—Precisamente lo que tiene que hacerse en un museo —se responde Meyer— es presentar lo que no se puede hacer en otros medios: ¡impresiones de gran formato que te plantean otros discursos y otro modo de ver a la fotografía! Por ejemplo, en el Centro de la Imagen, la imagen más chica tiene casi un metro de altura y esa escala te permite una nueva experiencia.

Es aquí cuando empiezas a entender que, en la medida en que adoptas nuevas estrategias, un museo sí tiene una función distinta de la que tenía antes, pero si se ponen a hacer lo mismo, de colocarte una serie de fotitos así chiquitas, que yo igual te las puedo subir en 10 minutos en el internet, ¡no tiene sentido! —exclama Meyer.

HEREJÍAS, EL LIBRO

Integrado por 300 imágenes seleccionadas por el fotógrafo Francisco Mata Rosas, el libro Herejías no es el catálogo de ninguna de las exposiciones en particular.

Meyer sale de la sala y regresa con un ejemplar que pone en manos de la reportera y del fotógrafo Eduardo Loza. Espera pacientemente a que sus visi- tantes terminen de hojearlo y observa las reacciones antes de retomar la conversación.

—Cuando terminas de revisar el libro, te das cuenta de que da lo mismo que las imágenes proven- gan de un negativo de 35 milímetros o de uno de 6×6, que sean en color o blanco y negro, que provengan de una cámara analógica o digital, que sean mani- puladas electrónicamente o no… lo que importa es la continuidad del discurso visual.

Yo no tengo por qué ocultar cómo están hechas las fotos —dice con cierta vehemencia—. Por eso los pies de las imágenes consti- tuyenunainformaciónigual de importante que los títu- los de las obras. En el libro Herejías hay tres discursos paralelos: uno sobre la foto- grafía en general, otro sobre cada fotografía en particu- lar y uno más sobre mi vida. Generalmente, los libros de fotografía son temáticos y me parece que no tienen la riqueza que este libro, que es también mi vida, con toda la heterogeneidad que tiene la vida de cada uno de nosotros.

El libro costará cerca de 600 pesos. Impreso con gran calidad, contará con el plus de una visita guiada, en voz de su autor, por las primeras 30 imágenes. Meyer, que parece tener todo pensado, da el remedio y el trapito:

—A lo mejor alguien interesado en el libro Herejías no tiene esa lana para comprarlo, pero como quiere tenerlo lo pondremos en internet, en formato pdf, para que pueda bajarlo gratis.

Lo que sigue

Invitado por Adobe, Pedro Meyer trabaja en el de- sarrollo de la siguiente generación de programas de computadora para trabajar fotografías. Por un acuerdo de confidencialidad, el fotógrafo no puede dar detalles de lo que vendrá, pero promete: “Cuando salga la nueva versión del Photoshop la gente se va a quedar boquiabierta, diciendo ¿qué?, ¿cómo?”.

Habrá que ver.
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