HOMO POLÍTICUS
PAVE SOBERANES
- De Luto, Periodismo de Alta Escuela
El defensor de asesinos y fabricante de partidos perdedores Hugo Éric Flores, se dio un golpe en la boca con una piedra, causándose una hemorragia interna y externa política-partidista-periodística que no cuaja ni con Heterotheca inuloides.
En un ejercicio religioso en la Ciudad de México habló de política. Sin parar, gritando, aseguró que «Los narcos pasaron de financiar a poner ellos mismos a los gobernantes. Ellos son los gobernantes». Lo peor de todo es que no dijo nombres, incluyendo a todos en una narcolista de la que ni él escapa.
Sangrar por la boca es deporte de moda entre los políticos de todos los tiempos que mantienen en piloto automático sus capacidades de pensamiento, como Flores. De por sí regañado por Palacio Nacional, el iuris doctor hizo sospechar que esos gobernantes a los que se refirió, sin dar nombres, lo que es peor, desde el más alto nivel, hasta el más bajo donde está él, sean al menos vinculados de alguna forma a tantas empresas de la economía ilegal e ilícita.
Mensaje y mensajero de un regaño presidencial, Ricardo Monreal negó los dichos de Flores Cervantes, el dueño del confesional PES y ahora del CSP, quien apresuradamente salió a tratar de desmentirse en noticiarios. Pero no encendió el pensamiento elástico, dejándolo en automático, una vez más: dijo no referirse a un narcoestado, sino a una narcosociedad. ¿Toda la ciudadanía es narca? Eso sugiere.
Él consiguió la plaza de Morelos para Cuauhtémoc Blanco que construyó un gobierno funerario. Él designó a cualquier número importante de esos «presidentes municipales que responden al crimen organizado», como dijo, en gran parte del país. Algo sabe. El abogado de la Nación, Alejandro Gertz, debía llamarlo a testificar y obligarlo a aportar pruebas de narcoestado y narcosociedad. En una de esas, Hugo Éric sabe tanto como la DEA y la CIA juntas.
letraschiquitas
De Lázaro Cárdenas grande, Manuel Salazar poetizó delante de Amalia Solórzano y Lauro Ortega, en Cuernavaca: «Nunca lo vi, nunca lo conocí […] tan sólo sé, que me dio patria». Yo no vi ni conocí a Carlos Ferreyra Carrasco [†], pero lo leí, lo suficiente, en Excélsior y El Universal —dice Julio Scherer García: «El estilo, el estilo». Supe, además, de su trabajo periodístico en Palacio Nacional y el Senado de la República. Ayer falleció y sus amigos —Francisco Rodríguez, Raymundo Riva Palacio, Pepe Cárdenas, Roberto Martínez Vara, Agustín Gutiérrez Canet—, lo recordaron como eso, amigo. En agosto último lo leí por última vez en Índice Político. «Esperaré mi ciclo vital que ya no debe ser muy lejano y uniré mis cenizas con las de mi esposa y ambos volaremos al aire o quizá nos coloquen en las raíces de un árbol donde seguiremos juntos ella y yo». Nunca lo vi, nunca lo conocí…